miércoles, 22 de agosto de 2007

El veraneo

Sí, estoy de veraneo. Uno, que como ya saben mis lectores más asiduos, tiene una familia no pequeña, se dedica por entero en este tiempo a ella olvidándome del resto de mis obligaciones. El año es muy fatigoso y hay que emplearse con denuedo para atender todos los frentes que la vida nos depara; por ello, en vacaciones, tan solo la familia y el descanso merecido o no –me importa un bledo - copan mis jornadas. ¡Vamos que no he dejado el blog!, pero que está cerrado por vacaciones y vuelvo en septiembre.

Ahora disfruto de baños, excursiones y charlas amenas con los hijos y la mujer, buena comida y mejor bebida, encuentros con los amigos y familiares, alejados durante el año, que terminan en copiosas cenas y bohemias tertulias de sobremesa, con copa y puro, hasta altas horas de la madrugada. También, porqué no, este es un tiempo ideal para la piedad – alimentar la fe es lo único que no tiene vacaciones si cabe todo lo contrario -; además, entre mis allegados, con los que aprovechamos para coincidir en estas fechas, se encuentra algún que otro sacerdote y misionero.

Ya lo ven los católicos somos así. Nos lo pasamos pipa. El católico tiene como lema el disfrutar de la vida, nos han educado de forma muy diferente a nuestros medio errados y tristones compañeros protestantes y ni qué decir tiene la distancia que nos separa de las pesadísimas cargas de las religiones orientales. Por supuesto, nada tenemos que ver con el insoportable puritanismo progre – singularmente de los de dentro de la Iglesia – que hacen leyes de estupideces; vamos, que se puede abortar pero no se puede beber uno un whiskito (o como coño se escriba). El católico sabe que Dios es su Padre por lo que se dedica a vivir con alegría, especialmente porque la gracia nos protege del pecado, causa única del pesar, y si nuestra debilidad nos lleva a caer tenemos el sacramento de la penitencia que nos retorna a nuestro estado inicial.

Nada ya lo saben déjense de rollos y vénganse al catolicismo: merece la pena, de verdad. La vida se hace fantástica, uno se ve liberado de tantas cargas, se goza de todo, hasta el sufrimiento y la enfermedad se llevan con alegría; y, además, todo acaba bien, incluso la muerte, ya que después de esta viene otra vida aun mejor.

Bueno, nos vemos pronto, yo, por mi parte, sigo disfrutando de mi tiempo de vacaciones casi tanto como el del trabajo.

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