jueves, 29 de marzo de 2007

La religión es el opio del pueblo, ¿seguro?

Me he decido a comentar este tema al ver que Fernando Savater - filósofo español de izquierdas - ha reformulado la famosa frase del credo marxista a la siguiente guisa: "La religión es la cocaína de la sociedad".

Cada vez estoy más convencido de que Marx tuvo un lapsus freudiano con su proverbial sentencia “la religión es el opio del pueblo”. No hay mejor forma de ocultar una evidencia que con una mentira muy grande. Porque la realidad es que el socialismo es el opio del pueblo.

Para empezar el socialismo propone la ilusoria promesa de un paraíso aquí en la tierra que nunca se ha dado y nunca se dará. Lo que sí ha traído, y en demasiadas ocasiones, ha sido violencia, desgracia, opresión, tiranía y sufrimiento. Al fin y a la postre la ideología de izquierdas acaba concretándose, como cualquier otra corriente, en un sistema social piramidal. Tan solo sustituyen la nomenclatura del escalafón y las componentes del poder, pero en el fondo, es lo mismo que cualquier otra sociedad. Y, ¿porqué?. Por dos razones: La primera: porque los hombres somos distintos en capacidades y condiciones por naturaleza y la segunda: porque existe el pecado original, por tanto, los seres humanos de nacimiento venimos con una tara que, inconsciente e ineluctablemente, nos empuja al egoísmo. Consecuentemente, el marxismo construye su edificio desde unos cimientos falsos porque sus presupuestos son contrarios a la naturaleza y a la esencia profunda del hombre.

Por si esto fuera poco, el método marxista cambia radicalmente el foco del problema primordial y lo traslada desde el corazón del hombre a la sociedad en su conjunto. De esta forma, en vez de dedicar nuestros esfuerzos en corregirnos a nosotros mismos, aunque es seguro que no lo vamos a lograr, pero al menos adquiriremos sabiduría y trataremos de buscar una ayuda exterior, nos dedicamos a cambiar a los demás. Yo siempre me pregunté cómo las estructurales sociales han llegado a ser injustas, porque si pensamos que los hombres por naturaleza no son malos - de hecho bueno y malo son categorías no admitidas para un coherente materialista marxista - cómo demonios llegan a serlo las estructuras sociales. Además es un hecho patente que no ha existido en ningún lugar ni en ningún tiempo una comunidad humana donde no se hayan cometido crímenes e injusticias. En consecuencia, para llevar a cabo la solución marxista, que implica cambiar a la otra clase, a la sociedad; en definitiva, a los demás, se necesita odio y violencia explícita o subrepticia. Mal arreglo es eso de sanar el odio con más odio.

Sobre esto de que el problema está en el interior de hombre y no en la sociedad o en los dirigentes o en los capitalistas, etc. me viene a la cabeza un ejemplo que me contaba mi padre: resulta que unos de los cabecillas sindicales de su empresa que reclamaba, asiduamente y con mucha beligerancia, la contratación de más personal, le tocó un buen día la lotería. Con el dinero montó un bar y cuando fueron mi padre y otros compañeros a visitarle se sorprendieron de que en ese negocio solo trabajaban él, su mujer y sus hijos. Entonces le preguntaron: «¿es que no tienes empleados?. ¡Empleados! – contestó él – ¡para que se lleven las ganancias!».

Ayer estuve viendo la genial - aunque de inicuo mensaje - película del director ruso Eisenstein "El acorazado Potemkin". Es fácil deducir de ella la propuesta bolchevique: atajar el odio con más odio y erradicar el cristianimo como si fuera el cómplice del mal social.

El odio y el mal se arreglan con el amor y eso implica que alguien pierda; y este siempre es el que ama, ya que se sacrifica. Sin embargo, el pecado original nos inhabilita para amar así, cuando nos enfrentamos a alguien que nos perjudica. En efecto, cuando tratamos de vencer el mal con el bien, en el fondo, siempre perdemos algo y eso no parece muy justo. ¿Solución?: Si alguien la quiere saber que lea Rom 7 14-25.

¿Qué es el infierno?

Me gustaría responder a los comentarios sobre mi anterior entrada relativa al infierno. Creo que los temas que se me plantean se pueden resumir en dos: Qué es el infierno y qué pruebas científicas hay de él.

¿Qué es el infierno?. Evidentemente es un tema de fe; porque el infierno no lo vemos con nuestros ojos corporales como tampoco podemos ver a Dios con ellos. Con los ojos de la fe sí que podemos ver a ambos, pero ya en esta vida, no solo en la perdurable. Por tanto, como soy católico, y no creo que la fe sea algo de procedencia personal sino que es una obra de Dios que ha depositado en la Iglesia Católica, aunque, por supuesto, exige que la persona receptora la incorpore como propia, pero, sin que la invente, la modifique, ni la adapte, yo me voy al magisterio para contestar a la pregunta de ¿qué es el infierno?.

La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; SPF 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira. ([1035] del Catecismo de la Iglesia Católica).

¿Qué es el infierno? Si con esta pregunta estamos indagando cual es la sustancia del mismo; es decir, si es un estado, un lugar físico o una sensación, francamente me parece una pregunta pueril. Tan absurda como la contraria y que posiblemente ninguno de mis comentarista hubieran hecho: ¿qué es el cielo? Por tanto, en este sentido, a mí me importa un bledo qué es el infierno o qué es el cielo.

Lo que sí es primordial – y desde luego a mí me importa mucho – es que en el cielo estaremos con Dios y en el infierno sin Él y, en ambos casos, eternamente. Nada más y nada menos. Es decir, o un gozo inefable o el peor que el más espantoso de los sufrimientos que podamos imaginar. Pero esto no me lo invento yo, miren como la Escritura describe ambas cosas: Sal 16,11 para el cielo e Is 66, 24 para el infierno. En efecto esto es lo que está en juego y pienso que es la disyuntiva más dramática de nuestra existencia.

Hay gente sensible que lo del fuego del infierno le parece un poquito crudo - ¡tiene gracia! – o un poco infantil. Sin embargo, esta metáfora del fuego, que trata de expresar un dolor y un sufrimiento inenarrable e inimaginable, no es un invento ni de los curas, ni de los ultracatólicos, ni por supuesto mía. Sino que Dios la inspiró en el AT (ver otra vez Is 66, 2); pero, para los hipersensibles que piensan que el AT y NT son cosas distintas - ¡qué terrible confusión!, sin el AT no se entiende absolutamente nada del NT -, les diré que Jesús de Nazaret usa esa alegoría incesantemente (se pueden ver todas las citas evangélicas que nombra el catecismo y hay otras como la famosa parábola de “Lázaro y el rico” en Lc 16, 19-31). Si el maestro se expresa de esa forma quién soy yo para hacerlo de otra. Así que, el infierno es un fuego inextinguible, el fuego de la frustración completa y definitiva de toda nuestra existencia. Pensar en un sufrimiento y un dolor que jamás se acaba, condenados a vivir eternamente en quebranto, odiándonos y odiando a todos, en una tortura que no tiene fin, es tremendo.

Sospecho que con esas preguntas de qué es el infierno, no pretendemos tener una tesis doctoral en teología que no sirve para nada. Acaso no pretendemos buscar formulaciones que nos asusten menos o que nos hagan parecer más simpáticos antes los paganos que nos rodean. Estas posturas no solo no nos granjearan más simpatía sino que pareceremos más ridículos y faltaremos a la verdad. El infierno no es algo suave, ¡de ningún modo!, no hay tormento, tortura, violación, enfermedad, angustia ni nada que podamos sufrir en este mundo comparable con el horror que supondrá el infierno.

No se trata de meter miedo sino de asumir la realidad. El católico que niegue esto es como el padre que no advierte a su hijo de los peligros de asomarse a la ventana de un quinto piso. Os aseguro que, le guste o no, sea muy sensible o no, si el niño se cae será terrible y no habrá posibilidad de enmendar nuestra negligencia.

Bueno, ahora, seguiré por el segundo punto. Este viene de uno de mis admirados “disculpados”. La verdad es que me estimulan muchos sus objeciones porque me inspiran los temas que debo tratar para así llevar a cabo con mayor eficacia la misión de este blog que es dar un visión católica a la realidad en medio de esta confusión general en que nos movemos.

Pruebas del infierno me piden. ¡Si estamos hablando de realidades espirituales cómo quieres que te de pruebas materiales!. Porque incluso después de la resurrección de los cuerpos estos se transformarán en celestiales que es una realidad de orden misteriosa. Sin embargo si que te puede apuntar varias cosas:

- La falta de pruebas no indica la no existencia. Nadie duda de que se pueda obtener un remedio definitivo contra el VIH por eso se investiga en ello. Por tanto la no existencia en este momento de un tratamiento para la curación total del SIDA no indica que esa medicina esté en potencia y que haya que seguir investigando para descubrirla. Tampoco podemos negar que exista vida extraterrestre por el hecho de no tener pruebas de ello. En consecuencia, la falta de evidencias de alguna cosa no implica necesariamente que esta no exista. Por supuesto, tampoco de que exista. De las pruebas solo se puede inferir las existencia nunca la no existencia. La demostración de la no existencia de algo es casi imposible. Que se lo digan a los ingenieros, para asegurar que no hay errores en una solución.

- De lo que no hay duda alguna es de la presencia de maldad en el mundo. No me refiero a las desgracias sino a la perversidad humana. A los asesinatos, violaciones, torturas, secuestros, etc. Muchas de estas iniquidades hechas con crueldad y goce por el que las perpetra. Es un misterio su origen y su finalidad.

- Toda esa maldad que existe en el mundo demanda en buena lógica de una justicia. Salvo que caigamos ineludiblemente en la fatalidad de nuestra existencia. Si fuéramos realmente coherentes con esa negra visión del mundo las consecuencias para la convivencia serían dramáticas.

- Los remordimientos en las conciencias de las personas que han cometido graves pecados suelen ser unos tormentos que podemos calificar de infernales.

- En cualquier caso si no crees en Dios ni en los novísimos, allá tú. Si yo tengo razón, puede que tengas un grave problema; si no la tengo, no importa; puesto que, si tú tienes razón, no merece la pena ni que dialoguemos porque todo carece de sentido: busquemos el mayor placer que esto se acaba chicos y además cuando se acabe tampoco tendrás, ni siquiera, la satisfacción de decirme: ¡ves!, tenía yo razón. ¡Ah!, y si yo me he equivoco, ¡qué me quiten lo “bailao”!, porque desde que conocí a Dios no me ha podido ir mejor en la vida a pesar de las muchas contrariedades, que como todos, tengo.

Por último, quiero aclarar que a veces se nos puede acusar de juzgar y condenar a los demás y que esto no es muy cristiano. Pues yo me fijo mucho y cada día veo con mayor lucidez quién me parece tener, entre todas las personas que conozco, mayores posibilidades de ir a infierno. ¿Lo veis vosotros también?


Prometo que en no mucho tiempo dedicaré una entrada a aclarar todos los comentarios suscitados por el asunto del espeluznante crimen del aborto.

miércoles, 28 de marzo de 2007

El divorcio es un desastre. En el principio de esta era de la muerte fue el divorcio

El partido socialista español (PSOE), actualmente en el gobierno, suele acusar al partido popular (PP), - ellos se autodefinen de centroderecha -, de que siempre van a remolque de la izquierda en los avances sociales. Por avance social se entiende divorcio, aborto, libertad sexual, anticoncepción, liberación feminista (o sea que la mujer haga todo lo contrario que un ama de casa), eutanasia, pornografía, matrimonio homosexual, etc. Les echan en cara que cuando ellos propugnan alguno de estos progresos siempre se encuentran con la fuerte oposición inicial de los populares; pero, que transcurridos unos años, acaban asumiéndolos e incluso, cuando les toca gobernar, defenderlos con el mismo ahínco que si los hubieran concebido. Y, la verdad, que en esto, el PSOE tiene razón.

Jamás oí a un dirigente popular contestar a sus adversarios cuando estos les espetan el tema del divorcio como caso flagrante de la doble moral de la derecha, que se opuso a él bizarramente en los años ochenta y ahora no solo lo admiten sino que es difícil encontrar una lista electoral del PP en la que no aparezca algún divorciado. Ante esta delación tan solo callan pusilánime y avergonzadamente tratando de soslayar el tema de la mejor manera posible. La izquierda suele inquirir: ¿dónde están todos esos males con lo que la derecha nos amenazaba si el divorcio se legalizaba?; obteniendo un bochornoso silencio por respuesta.

A mí, - no voy a decir que seré yo, modesto hombrecillo que escribe un blog - quien conteste a la izquierda. Pero sí me gustaría que algún líder de la orientación que sea – para mis lectores “disculpados” les ilustro que los católicos no somos ni de derechas, ni de izquierdas, ni tampoco ultra-nada, estos son categorías del teatro de la falsedad de este mundo – les contestara que los males profetizados no solo están ya aquí sino que sus efectos han sido más devastadores de lo esperado.

El divorcio ataca a la raíz de la familia que es el matrimonio y cuya esencia es la de unión estable del hombre y la mujer para formar una familia. Sin estabilidad no hay matrimonio y, en consecuencia, se debilita la familia. Se ha puesto fecha de caducidad a lo que tradicionalmente ha sustentado, por su inquebrantable cohesión, al resto de la sociedad. Y los efectos de este enervamiento de la familia son las grandes plagas que estamos sufriendo. A saber:

- La gente no aprende a amar o lo hace de forma distorsionada; a veces, incluso, perversa. Lo cual tendrá unas consecuencias espantosas. Esto se produce, por supuesto entre otras causas, porque la escuela donde se aprende a amar es la familia y como el amor – lo repetiremos muchas veces en este blog porque es un concepto totalmente adulterado - no es un sentimiento sino que es una acto de la voluntad, es la entrega voluntaria de sí mismo a otro, no puede acabarse; los sentimientos, por el contrario, son volátiles. Por tanto introduciendo el divorcio, aunque sea como posibilidad, falsea el concepto básico de amor al colocarle un final potencial. Como coletilla diré que además de este amor, digamos humano, existe otro de orden divino que es una acto de Dios a través de nuestro espíritu. Este, para diferenciarlo del anterior, los cristianos lo llamamos caridad.

- La mujer, pilar básico de la familia, se ve obligada a poner el trabajo remunerado en el centro de su vida. La frase que más oigo de ellas es: “tengo que tener mi trabajo por lo que pueda pasar…” o “no puedo depender económicamente de un hombre”. Es decir, la entrega total, que es el fundamento del matrimonio, ha quedado cercenada y la posición, dentro de las prioridades personales, en la que queda la propia familia ha sido alterada.

- Por tanto, si ya todos tienen como misión ganar dinero: ¿quién se ocupa de los chicos? y ¿de los viejos?. Nada, la solución es tener pocos hijos y los viejos: ¡al asilo!. Es paradójico que en una sociedad en la que solo priman los sentimientos – “es que ya no la quiero”, se dice – nos consolamos pensando que nuestros padres, cuando ya chochean, lo que necesitan es un buen aparato de televisión, estar rodeados de médicos excelentes y disponer de una amplia habitación con cama articulada. Todo cosas materiales. Sin embargo, parece ser que obviamos cosas como el que vivan rodeados de las personas queridas los pocos años que les queden y, por supuesto, que puedan morir acompañados por ellos. Eso ni lo tenemos en cuenta. ¿Porqué no probamos a vivir nosotros solos en un asilo? ¿a ver qué tal?

- El divorcio lejos de evitar o disminuir la violencia la incrementa. Introduce una carga de conflictividad más en un matrimonio con problemas. Todos hemos tenido experiencias cercanas de ver como tras un divorcio la relación empeora. En vez de tratar de salvar el matrimonio a toda costa hemos colocado una solución fácil que conduce a la destrucción de una familia. He aquí una de las causas, aunque no la única ciertamente, del aumento de lo que se viene a llamar violencia de género. - Prometo una entrada en mi blog para tratar este tema en particular -.

- Y como consecuencia de la crisis de la familia, y por tanto del amor, ya vienen el resto de las plagas gordas: manipulación de embriones (en todas sus gamas), aborto y eutanasia. Porque si no hay amor ni sacrificio para qué sufrir por alguien. Porque cuidar de un enfermo, aceptar la propia enfermedad o pechar con un niño en circunstancias difíciles requiere capacidad de sacrificio; esta, se aprende y se alimenta fundamentalmente de una vida familiar estable.

- Por último, como todo ha sido subvertido, llegados al esperpento, se eleva a la categoría de matrimonio a un pobre remedo como es una pareja del mismo sexo.

Muchos lo ven como yo, pero, lamentablemente, nos hemos acostumbrado a convivir con el divorcio y otras cosas aun peores y no nos atrevemos, por tanto, a sublevarnos abiertamente puesto que sería ir en contra de la mayoría. Sin embargo, esto es un engaño, ya que cuando uno se pronuncia públicamente se de cuenta de que otros muchos, que callaban, también piensan como él. No olvidemos que la verdad tiene una fuerza intrínseca tremenda, especialmente en el campo de la moral, y que es captada necesariamente por el ser humano. En efecto, la verdad, tarde o temprano, sale a la luz.

Por favor, en vuestros comentarios evitar sacar casos extremos para sensibilizarnos. Esa técnica de los progres-izquierdosos, maestros de la demagogia – esto es normal, cada uno consigue el poder como puede, unos con su dinero y otros con la fuerza de la masa -, es conocida por muchos y desde luego por mí. La argucia es sacar un caso extremo que nos aturde la razón por el impacto de los sentimientos (verbigracia: una mujer mutilada por el maltrato salvaje de su marido). Entonces cuando nuestras defensas intelectuales están bajas porque nos hemos quedado horrorizados por la situación extrema, justificamos, con las asaduras y no con el cerebro, una medida que en otras circunstancias nos parecería inmoral. Luego se generaliza el resto del universo. Por tanto pongo desde ya un baluarte contra ese ardid. La forma de razonar, que es lo que tienen que hacer nuestros gobernantes, es aplicar una norma general y después estudiar como afrontar los casos límite desde el deseo del bien común.

martes, 27 de marzo de 2007

El infierno existe; lo lamento, pero existe.

Leemos en Zenit que Benedicto XVI ha afirmado:

«Jesús vino para decirnos que nos quiere a todos en el Paraíso y que el Infierno, del que se habla poco en nuestro tiempo, existe y es eterno para quienes se cierran el corazón a su amor». (http://www.zenit.org/spanish/visualizza.phtml?sid=105157)
Se imaginan que en la Edad Media alguien inventara la vacuna BGC contra la tuberculosis. No, ¿verdad?. Y, ¿porqué?. Bien sencillo, porque no conocían la existencia de los microorganismos. No se lucha contra un enemigo que desconocemos aunque este nos aceche peligrosamente. En aquella época no se sabía que aquella espantosa enfermedad que les hacía expectorar sangre, la provocaba un ser vivo, que por ser tan pequeño, pasaba desapercibido. Los hombres medievales se pertrechaban eficazmente, sin duda, cuando, por cualquier coyuntura, se veían obligados a exponerse al ataque de una fiera; pero jamás se protegieron de la agresión de las bacterias, por la sencilla razón de que les eran ignotas. En resumidas cuentas, nuestros antepasados no tenían culpa alguna de su ignorancia; sin embargo, a pesar de ello, morían sin remedio cuando enfermaban, recibiendo, tan solo, ridículos tratamientos paliativos. De ser conscientes de la existencia y, en consecuencia, del peligro que representaba el bacilo de Koch se hubieran puesto manos a la obra para pergeñar una eficaz defensa (tal y como se hizo a partir de 1882 cuando el amigo Robert, el conocido médico alemán, realizó su gran descubrimiento).

Esto es exactamente lo que ocurre en nuestro días: ignoramos totalmente los peligros a los que está expuesta nuestra vida. Estos, se resumen en dos: el pecado y el infierno. Conocer, también, cuáles son los agentes patógenos que nos llevan a esos dos peligros y de los que nos tenemos que vacunar que son el mundo, el demonio y la carne; eso es para nota y lo dejamos, para que lectores más duchos se formen por su cuenta en fuentes más ilustradas que este blog, especialmente en este tiempo de Cuaresma. ¡Vamos, hay que darse prisa que queda poco tiempo!.

El pecado y el infierno, decíamos. Si desconocemos su existencia cómo vamos a buscar la vacuna y la medicina contra ellos que es Jesucristo. Por eso muchos curas y teólogos, que han perdido la fe, y por tanto han negado el daño del pecado o la existencia del infierno, o ambas cosas a la vez, acaban reduciendo a Jesucristo a un conjunto de valores, a un ejemplo, a sentimentalismos empalagosos o incluso, - una de las más tontorronas adulteraciones aunque sea muy alambicada – la causa de liberación material que se encarna en los pobres para que estos sean conscientes y busquen en sí mismos su destino de emancipación definitivos. Cuando Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es y será una persona viva y resucitada que nos ha salvado y nos salva cada día por su muerte y resurrección del pecado y del infierno. Una persona con la que nos podemos encontrar y experimentar que cambia radicalmente nuestra existencia. Lo que estamos diciendo es que el pecado nos mata. Y, en consecuencia, sin que nuestra cándida ignorancia sea una excusa, tal y como pasaba en la Edad Media con los bacilos, tranquilamente podemos condenarnos eternamente en el infierno. Esto es porque el fruto del pecado no es solo de orden jurídico o moral, - aunque en la legislación el desconocimiento de la ley no nos exime de su cumplimento, al menos moralmente esta ignorancia justifica o atenúa dicho incumplimiento -, sino que las heridas del pecado son, primordialmente, de orden ontológico; es decir, vitales, reales.

Ya se que para muchos – y para mí también – el hecho de que el infierno exista de verdad da mucho miedo; ya que si esto es así, la cosa es muy seria. ¡Claro que es muy seria! No hay más que mirar la pasión de nuestro Señor Jesucristo y meditar qué peligro no será el que nos cerca a la humanidad para que tuviera que ser eliminado de esa forma. Entonces, ¡qué horror!, ¿nos podemos condenar eternamente?. La respuesta es: Sí. ¿Entonces?. Entonces, no hay tranquilizantes para esta realidad. Lo que hay es una salida cierta, sencilla, gratis, segura, eficaz y a nuestro alcance: Jesucristo. Y, ¿quién no lo conoce?. Hay otra posibilidad para ellos: la evangelización. Y, ¿si no les llega la evangelización?. Pues, los que somos conscientes de esta realidad apresurémonos y “pongámonos las pilas” para que les llegue a todos. Y ¿a los que, a pesar de todo, no les llegue?. En este caso, sabemos que Dios tiene, en su infinita misericordia, caminos misteriosos de salvación para llevar a todos los hombres a Él.

En cualquier caso, que nadie se desanime, Jesús quiere salvarnos a todos del infierno y su deseo es que este se quede vacío (como aseveraba Juan Pablo II El Magno). Además el amor a Él es una forma más agradable y, también más segura, de salvación que el mero temor al infierno.

Respecto al pecado hablaré otro día en su doble dimensión de personal y original. Por que con esto hay cada confusión que….

Una oración por el fallecido obispo auxiliar de Madrid Monseñor Eugenio Romero Pose.

lunes, 26 de marzo de 2007

Desde Ecuador: “Un sí a la vida”

Me ha gustado lo que he comentado el Arzobispo de Lima (Perú), Cardenal Juan Luis Cipriano en el I Congreso Nacional Pro Vida y Familia de Ecuador (http://www.noticiasglobales.org/comunicacionDetalle.asp?Id=1001).

Una de los puntos que yo desatacaría, por su valentía, como novedoso es el no ceñirse a los métodos naturales como si fueran una marca de distinción católica sino que, por el contrario, hagamos una apuesta decidida por la vida.

Me encanta escuchar algo así. La buena noticia del evangelio lleva al hombre a la locura del amor. No se trata de estudiar los límites de lo permitido sino traspasarlos sobradamente, pero en sentido contrario, por amor.

Efectivamente, hablamos, entre otras cosas, de tener familias numerosas de diez, cinco, trece hijos; de tener a nuestros viejos en casa con nosotros, de redescubrir la fuente de alegría de la castidad y la virginidad, de vivir el dolor en su dimensión redentora, de encontrar la felicidad en medio de la enfermedad tanto en nosotros como en los que nos rodean y de anteponer la familia al trabajo.

Estoy harto de oír hablar en los ambientes católicos de los métodos naturales para el control de la natalidad con la misma mentalidad contraceptiva que los no creyentes hablan de los artificiales.

Por eso los cristianos auténticos, que cuentan con la ayuda de la gracia y con el Espíritu Santo que habita en ellos, no hablan de lo que está mal sino que hacen radicalmente el bien. Aman hasta la locura. Y amar significa entregase; o sea, sufrir, perder, sacrificarse o morir para que el ser amado reciba placer, victoria, descanso y vida, sin esperar nada cambio.

Sin embargo la cultura de la muerte llega a todos los sitios, tanto de dentro como de fuera de la Iglesia, disfrazándose de las más nobles causas. Puedo utilizar algunos de vuestros valiosos comentarios que he recibido en esta bitácora, - que no hacen sino animarme con esta singladura que he emprendido -, relativos al aborto, como muestra de lo dicho:

Por ejemplo Orlando Inagas, que en sus escritos muestra una gran calidad humana, cae, creo yo, por esta presión ambiental que nos seduce a través del sentimentalismo y que nos nubla la razón, pero, ¡ojo!, sin que nos percatemos, nos mata también el espíritu, en un craso error: aceptar moralmente el aborto en los casos de peligro de la vida de la madre y de violación. Por favor, razonemos un momento ecuánimemente, ¿no nos damos cuenta que en el aborto estamos matando a un tercero?. En caso de violación: Acaso justificaríamos que se matara a un niño ya nacido porque su padre fuera un psicópata, ¡no!, que el padre haya cometido una violación no lo debe pagar el niño. Aunque esto comporte un gran sacrificio para la madre. Otro asunto es lo que hagamos con ese bebe cuando nazca. Aunque ya os lo digo yo, con certeza, en el noventa por ciento de los casos - y me quedo corto -, la madre lo querrá muchísimo. En caso de peligro para la vida de la madre: Se imaginan que pasaría en un naufragio con pocos botes salvavidas, ¿a quién piensan que una madre propondría poner primero a seguro, aun a riesgo de su vida, a ella o a su hijo? ¿A qué ya tienen la respuesta? Bien, y si hiciera lo contrario, ¿qué pensaríamos de ella? ¿Que ha hecho lo correcto?. Porque pensamos, entonces, de forma distinta cuando el niño está en el seno de la madre. La respuesta es obvia: la presión ambiental que nos ha nublado la entendederas y nos ha endurecido el corazón. El punto es que el aborto es un crimen que no vemos. Hasta que no se vieron imágenes de la pena de muerte no hubo una sensibilización social mayoritaria contra ella. Además a mi querido Orlando le diría que hay otro gravísimo error de base en tu comentario y es confundir la malignidad intrínseca de un acto con los atenuantes o, tema este que de ordinario no se entiende bien, con la capacidad personal para actuar coherentemente. Ya trataré este tema de moral y coherencia en otra de mis entradas, pero es prolijo.


Y qué decir del comentario de uno de mis queridos “disculpados” que escribió con bastante desatino: “El aborto no es un asesinato. Un cúmulo de células (aunque sean humanas) no es un ser humano, la vida no 'comienza' en a concepción.”. Esta afirmación es una contradicción en sí misma – hay que pensar lo que pensamos – porque si nos ceñimos, tal y como razona nuestro amigo, a la mera materialidad, todo ser humano, haya o no nacido, no es más que un cúmulo de células. Nada, unos cien billones. Por tanto, cómo determinaremos, pues, al ser humano; tal vez, ¿por la cantidad de células o por el grado de evolución del conjunto?. En cada uno de esos dos supuestos dejaríamos una peligrosa puerta abierta para excluir de la dignidad de ser humano a muchas personas. No hay posición más sincera ni más garantizadora de los derechos de la persona que reconocer la concepción como el origen de la vida humana. Además, la concepción, es el único momento del crecimiento de un hombre donde surge algo distinto. Por otro lado, por supuesto, el hombre no es un montón de células. Supongo que sabéis que las células humanas se reproducen y mueren; de tal forma, que la corporeidad del ser humano cambia completamente a lo largo de su vida varias veces sin que la identidad de su yo se vea afectada en lo más mínimo. Según Jonas Frisen (biólogo celular del Instituto Karolinska, de Estocolmo) la edad promedio de todas las células del organismo de un adulto pueden ser tan sólo de entre 7 y 10 años. Es decir, cada diez años, tenemos un cuerpo nuevo mas nuestra persona sigue intacta.

Por cierto, soy enemigo de la corrección política vigente y contrario, en consecuencia, a respetar todo. Yo respeto a todas las personas, como creaturas amadas de Dios que somos, pero no respeto, ni mucho menos, todas la ideas ni opiniones. El amor es así, siempre corrige al que se equivoca. Por cierto algunos de vuestros comentarios me corrijen con acierto y lo admito. Escribiré de ello.

viernes, 23 de marzo de 2007

Sobre los comentarios recibidos

Quiero agradecer los comentarios que habéis hecho a las distintas entradas que he publicado. Es gratificante ver la calidad humana y la profundidad de vuestras opiniones. Trataré de responderos con ciertas matizaciones que estimo oportunas o, en algunos casos, contradiciendo lo que comentáis. Siempre desde el respeto y tratando de estar a la altura del gran nivel que me estoy encontrado en la blogosfera. Sin embargo, lo quiero hacer como os lo merecéis y para eso necesito tiempo. Además muchos tenéis unos blogs interesantes que estoy leyendo y quisiera analizarlos para poder completar mis respuestas. Por consiguiente, en las próximas semanas iré publicando nuevas entradas en las que tocaré varios de los puntos que comentáis y algunas de las opiniones de vuestras bitácoras.

No obstante, hay algunas opiniones que no respeto y son las que abiertamente y sin ningún tipo de condición defienden el aborto. También les contestaré. Pero, tengo que decirles que sus opiniones son reprochables y así lo hago vehementemente. Tan solo disculpo a estas personas y las justifico por el acoso y la confusión del ambiente social de nuestra generación.

A todos, unos y otros, os invito a seguir leyendo este blog y a participar abiertamente en él. Espero que nos sigamos divirtiendo y, si es posible, nos sea constructivo.

Rezaré por todos vosotros, hacedlo, por favor, por mí.

Los distintos tipos de familia

Declara el amigo Zerolo - este tipo es una mina cuando habla - en Periodista Digital (ver la entrevista completa en http://blogs.periodistadigital.com/periodistalatino.php/2007/03/22/pedro_zerolo_soy_hijo_de_emigrantes_espa) que la familia es una realidad plural y existen, por tanto, varios tipos de familia que los enumera generosamente: la monoparental, la reconstituida, la de dos papás, etc. Lo confieso, necesito una exégesis profunda porque me pierdo. No doy más de sí, qué le voy a hacer. (*)

Si esto no fuera tan grave, dado que está teniendo una repercusión en la realidad, sería para tomarlo a chirigota.

Se imaginan vds. que alguien fuera a su jefe y le dijera: “¿Quién es usted para mandarme esto?, No, no me diga que usted es mi jefe; no. Que lo dice ese organigrama; y a mí qué. La empresa es una realidad plural; oye tú. Los organigramas tienen interpretaciones múltiples y los cargos tienen una lectura amplia; es que ¿no lo sabe?. Usted es un cerril, usted es un retro. No, no se lo imaginan, ¿verdad?, suena a chiste. O que un sujeto se sentara en la mesa y pusiera los platos en la silla y se irritara si alguien le preguntara que qué diablos hace. O que nos sorprendiéramos porque la salud de un cervatillo ha sido mermada tras dejarlo a cargo de dos lindos papás leones. Pues esto es aun más extravagante y, por supuesto, más dañino. Este hombre - si solo fuera él sería hasta gracioso - está negando la realidad de la familia –ni tradicional, ¡ni leches!, la familia natural; sin adjetivos: la familia -. Está diciendo que ¡qué más da que un hijo tenga un padre y una madre!; todo eso es un detalle coyuntural y hasta anticuado.

Negar la familia no solo es ir contra la ley de Dios sino que es ir contra la ley natural. Dios es tardo a la cólera, la naturaleza, no.

Hay gente - muy católica ella - que piensan que, bueno, mientras no hagan daño a nadie, qué más da ampliar el concepto de familia a otras formas de convivencia (algunas, como la homosexual, totalmente inmorales, inicuas, desordenadas y antinaturales); que a la familia tradicional – y dale con tradicional, ¡ya se me ha pegado!, no lo vuelvo a decir, lo prometo -, en el fondo, lo que otros hagan, no le afecta. Que llamar familia a otras cosas es tan solo cuestión de una palabra, es un tema nominal. Pero esto no es así, la familia, como realidad natural y social, siempre ha estado regulada, amparada y promocionada por el estado porque es un bien para todos. Es la célula de la sociedad y anterior a esta. Intentar cambiar su definición, via legislación o creando una corriente de opinión, es dejarla desprotegida. Esto es el mayor – subrayo el mayor – ataque a la familia. Esto va a contra su esencia. Imaginemos que mañana a alguien se le ocurre decir que los refrescos de cola son sustancialmente leche, automáticamente todas las subvenciones y ventajas europeas, verbigracia, aplicables a la leche pasan a los refrescos; pero no solo las subvenciones, las mamás, creyendo que es leche, darían cola a los niños en los biberones o todos nosotros haríamos el arroz con cola. Pongan ustedes el ejemplo que quieran y respondan a esta pregunta ¿Acaso cambiar la definición de una cosa no tendrá repercusiones en ella?. Claro que los tiene y muchos. Poniendo ejemplos más serios piensen en el significado que se le daba a la palabra ciudadano en Roma, o la palabra persona en la Alemania nazi, o la palabra dios en Egipto, o la palabra esposa en los imperios mesopotámicos, o la palabra derecho en las tiranías, o la palabra “derechos humanos” en el Islam, o la palabra bruja en el medievo y un sinfín de ejemplos más y díganme si la definición de una cosa, especialmente si esta es importante, es solo cuestión de una palabrilla.

Por cierto, para mis amigos de fuera de España y que posiblemente no están al día de la actualidad, les recuerdo que en este país se ha aprobado una ley que reconoce el matrimonio homosexual con lo mismos derechos, incluido la adopción de niños, que el verdadero. ¿Tiene impacto o no cambiar las definiciones?



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Nota (*): El Sr. Zerolo es un conocido activista español de las reivindicaciones homosexuales y que ahora ocupa cargos en el partido socialista de España, actualmente en el poder de la nación.

jueves, 22 de marzo de 2007

Y dale con la "opción preferencial por los pobres" y otras cosillas

Me he quedado un poco perplejo con una de las frases del el arzobispo de Belo Horizonte y presidente de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), monseñor Walmor Oliveira de Azevedo, en la entrevista concedida a Zenit (Verla en http://www.zenit.org/. Código: ZS07032108. “«Opción preferencial por los pobres», según un arzobispo brasileño”).

En dicha entrevista Monseñor Walmor de Azevedo afirma que “La «opción preferencial por los pobres» es una opción evangélica. Define trazos característicos y fundamentales en la conducta y en la espiritualidad de los discípulos y discípulas de Jesús.”

Lamento ser socarrón, no puedo evitarlo; pero, yo había oído – desde luego dándome chanza - lo de los trabajadores y las trabajadoras, los vascos y las vascas, los españoles y las españolas; incluso últimamente, llegados a la sublimidad, lo de los jóvenes y las “jóvenas”. Yo propongo una más: la de los electricistas y las “electricistaás”. Ahora bien, lo de “los discípulos y las discípulas de Jesús”, ¡palabra de honor!, no lo había oído jamás.

Veo que lo políticamente correcto está llegando a nuestros pastores. ¡Anda que estos son fieles discípulos y discípulas de su maestro!. De verdad, ¿tiene esta corrección política en el hablar, que en su paroxismo nos lleva al esperpento, algo que ver con la parresia que Jesús utiliza constantemente en el evangelio? No se si hacen falta más comentarios. Para mí: patético.

Respecto a la cuestión de fondo, que por su olor a Teología de la Liberación, que ni es teología ni aporta liberación, a mí me cansa comentar, quisiera aportar tan solo unos pequeños apuntes: El primero y para que no quepa lugar a ninguna duda de lo que quiero decir es que Dios ha revelado, tanto en la Escritura como en la Tradición, su amor incondicional por los pobres y su deseo de que sean amparados, protegidos y socorridos por todos los hombres y, singularmente, por los cristianos. Por otro lado, cuando hablamos de opción preferencial por los pobres, me hace mucha gracia, porque los únicos que no optan son ellos, porque si les diéramos a elegir, querrían, sin lugar a dudas, dejar de ser pobres. Además, cuanto más conozco el evangelio y la vida de los santos, me doy cuenta de que el cristianismo va más por la línea de hacernos pobres que de trabajar para que los pobres dejen de serlo (sin que se deseche esta segunda cosa). Propongo cambiar el lema por otro más audaz: “opción preferencial por hacernos pobres”. Porque hay cada teólogo de la liberación que vive como un “cura” a costa de las asnadas que dice. Por último, respecto a lo de preferencial, que expresa ventaja o acepción; no sé, pero …, como que no me suena muy cristiano, vaya. En efecto, leyendo el evangelio, no parece que Jesús hiciera tal discriminación positiva, puesto que además de la gran cantidad de pobres que lo rodeban, que yo sepa, muchos de los amigos que se conocen de Jesús como José de Ariamtea, Lázaro o Nicodemo, no eran pobres, más bien todo lo contrario. Tampoco el centurión de Cafarnaúm, del que el Señor dijo que tenía más fe que muchos en Israel – entre los cuales habría no pocos pobres -, era un menesteroso. Y qué decir de los amigos y colaboradores de sus apóstoles como Simón el Curtidor, el centurión Cornelio, Lidia y un lago etcétera.

A continuación pongo, sin ánimo de ser exhaustivo, algunas citas que ayuden a complementar nuestra comprensión acerca de lo que la Escritura habla de los pobres, más allá de lo ya conocido por el común de los mortales y que suele ser objeto de tópico o sesgo.

“Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo.” (Lv 19, 15)

“Sean ricos, llenos de gloria o pobres, su orgullo es el temor del Señor.” (Si 10, 22)


“Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis.»” (Jn 12, 4-8) (Por cierto, al poco de hacer esta defensa de los pobres, Judas, lo traicionó).


“Porque Yahveh vuestro Dios es el Dios de los dioces y el Señor de los señores, el Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas ni admite soborno;” (Dt 10, 17)

“Esclavos, obedeced a vuestros amos de este mundo con respeto y temor, con sencillez de corazón, como a Cristo, no por ser vistos, como quien busca agradar a los hombres, sino como esclavos de Cristo que cumplen de corazón la voluntad de Dios; de buena gana, como quien sirve al Señor y no a los hombres; conscientes de que cada cual será recompensado por el Señor según el bien que hiciere: sea esclavo, sea libre. Amos, obrad de la misma manera con ellos, dejando las amenazas; teniendo presente que está en los cielos el Amo vuestro y de ellos, y que en él no hay acepción de personas.” (Ef 6, 5-9)

miércoles, 21 de marzo de 2007

El perdón

Si existe alguna palabra más manoseada pero menos comprendida que amor, esta es perdón.

El verbo perdonar procede etimológicamente del latín per y donare; que podríamos traducir como “el don o regalo total”. Aunque tiene connotaciones económicas, jurídicas y de otra índole, yo me voy a circunscribir a la parte moral.

La primera reflexión la podríamos basar en la proverbial pregunta: ¿qué es más fácil perdonar o pedir perdón?. Por mi parte creo que la respuesta a esta cuestión descubre bastante el grado de madurez – también; o mejor dicho, fundamentalmente, en la ámbito de la fe – que cada persona tiene.

Pedir perdón con mayor o menor esfuerzo está al alcance de la persona. Muchas veces es extremadamente duro y humillante; pero es un deber y, además, el contorno de la tarea tiene unos límites precisos. No obstante pedir perdón exige unas condiciones que pocas veces se tienen en cuenta y que trataré de exponerlas.

Sin embargo, perdonar comporta dar totalmente y esto, si somos un poco auténticos, reconoceremos que no está al alcance de la restringida capacidad humana. Por consiguiente, nuestro perdón será limitado e insuficiente. ¿Quién conoce sus propios entresijos para poder asegurar que ha borrado toda huella del daño que nos han causado?. No obstante, el cristiano, puesto que cuenta con el auxilio sobrenatural de la Gracia de Dios, sí que puede. Pero al tratarse de un tema no natural no me voy a ocupar de ello, pues la forma para conseguir esa capacidad de perdón está bien definida y procede el misterio pascual de Jesucristo cuyos frutos salvíficos nos los da gratuitamente en los sacramentos y la Palabra a través del don de la fe.

¿Cuáles son, por tanto, las condiciones para pedir perdón?: Cinco, que son las mismas que el catecismo nos enseñaba para hacer una buena confesión. Aunque no me estoy circunscribiendo al ámbito de la fe, ni mucho menos, más bien todo lo contrario. Cada una de estas condiciones, como si de escalones se tratase, se apoyan unas en otras; de tal forma, que solo se puede realizarlas tras haber efectuado adecuadamente la anterior. A saber:

- Primera: Identificar, específicamente y sin generalizaciones, qué hemos hecho mal, cuál es daño causado, qué impacto y qué consecuencias ha tenido en las personas a las que se lo hemos infligido.

- Segunda: Sentir verdadero arrepentimiento, que nos debe acarrear dolor y pena, por lo anteriormente mencionado.

- Tercera: Este sentimiento debe llevarnos a un deseo positivo de no volver a causar el mal realizado. Lo que siempre se ha llamado el propósito de enmienda. Cuando se ha alcanzado la segunda condición, surgen varios peligros que por ser muy subrepticios y refinados pueden derrumbar nuestro proceso a una correcta petición de perdón sin que lo advirtamos. Los más habituales son dos: La autocompasión y la contumacia, llegando, incluso, a intensificar nuestra falta por mero orgullo.

- Cuarta: Decir concretamente lo qué hemos hecho mal y solicitar el perdón a las personas afectadas. Aquí los peligros de hacerlo incorrectamente son innumerables: justificarnos sin asumir nuestra responsabilidad, ser imprecisos sin concretar el mal, hacer reproches a las personas a las que estamos pidiendo perdón, añadiendo otro mal al ya causado - ¡cuántas veces se nos ha hecho más daño cuando se nos pide perdón que con el perjuicio original en sí! -, culpar a otros y un largo etcétera. ¡Ah!, una advertencia muy seria, llegados a este punto, no hay vuelta de hoja, sí o sí, hay que estar dispuestos a ser rechazados o a recibir un filípica. Es lo menos que podemos hacer para paliar nuestro error .

- Quinta: Por último, y muy importante, reparar o al menos compensar el agravio que hemos provocado.

Esto, como ya hemos advertido, es aplicable a todos lo terrenos - no solo a Dios –: al personal, al matrimonial, al laboral, etc.

Por otro lado, para que una persona sea eficazmente perdonada ha de pasar forzosamente por estas reglas; de lo contrario, aunque los agraviados olviden, quien ha hecho el mal quedará herido, puesto que todo daño al prójimo tiene una repercusión en quien lo causa, y solo podrá curarse tras haber hecho este recorrido de cinco estaciones. Recuerden válido para lo personal, laboral, jurídico y también, cómo no, POLÍTICO.

martes, 20 de marzo de 2007

Los colegios religiosos son imprescindibles; pero, por favor, que no nos den gato por liebre

Cuenta Álex Navajas, en una interesante y acertada columna titulada ¡Los colegios, los colegios! (http://www.larazon.es/noticias/noti_rel30668.htm), que están cerrándose anualmente 180 colegios religiosos en España. Además comenta, con mucha razón, que estos son parte esencial de la función evangelizadora de la Iglesia Católica.

Tradicionalmente las escuelas católicas han estado a cargo de las órdenes religiosas, teniendo algunas de ellas como vocación primaria la educación de los niños. Pero la crisis vocacional de las órdenes ha provocado que no puedan atender todos los colegios existentes a pesar de que, para dimensionar el problema en su verdadera magnitud, estos no son suficientes, puesto que para los católicos, de verdad y no de nombre, teniendo en cuenta la sociedad en que nos movemos, debería ser una necesidad ineludible el llevar a sus hijos a un centro donde reciban una formación católica integral.

El origen de esta situación es múltiple pero yo pienso que la crisis vocacional no es la causa del problema sino la consecuencia. El origen está en la crisis de fe que ha entrado en las mismas órdenes. Esta crisis ha penetrado en ellas principalmente por dos motivos: la fuerte secularización exterior que las ha seducido y la seguridad económica que muchas de ellas tienen. ¿Porqué la secularización las ha seducido?, por un tema de cantidad, cuando miran a la sociedad y ven que las masas de gentes van por otros derroteros y ven a los medios de comunicación difundiendo otras ideas, se sienten acomplejados y se dejan llevar; tratan de seguir a la sociedad con un discurso más acomodaticio, aunque aplicando a la doctrina imperante basada fundamentalmente en el relativismo, el hedonismo y el materialismo, un barniz católico, para su tranquilidad eclesiástica. El otro día el padre Juan Masiá (jesuita experto en bioética, ¡qué Dios nos pille confesaos!) declaró que: “resulta más fácil entenderse con un agnóstico de actitudes abiertas, que con un creyente cerrado sobre sí mismo”; no hace falta más comentarios. Por otro lado, el tema económico, es claro que, cuando acumulas algo – como decía San Francisco de Asís – te dedicas a defenderlo; o sea, empleas parte de las energías (o todas) que se requerirían para tu misión original a defender el patrimonio. A este respecto, recuerdo una anécdota que oí de la beata Teresa de Calcuta, que cuando le ofrecieron un palacete en el centro de Calcuta valorado en una fortuna para albergar a moribundos, lo rechazó pues estaba en una zona muy ruidosa; el obispo le aconsejó que vendiera el edificio y con esa gran cantidad de dinero comprara cuantas casas de caridad necesitara en las afueras, a lo que ella le contestó; “Padre, a mí, lo que no necesito, me pesa”. Eso es lo que sobra en muchas órdenes: peso, mucho peso.

Estas dos causas son el resultado de otra mucho más profunda que es cambiar el esquema interior de mirar a Dios y desde esta perspectiva tratar de llevar a los hombres a Dios, a dedicarse a observar embelesadamente a los hombres sin más. Un religioso que deja de dedicar su vida EXCLUSIVAMENTE a la piedad; es decir, a amar a Jesucristo; vamos, en román paladino, a la oración, los sacramentos y la Palabra, no vale para nada. Toda su actividad caritativa debe proceder y tener como finalidad esta comunión con la Trinidad. Si un consagrado no es así, es un ser ridículo, un pobre remedo de miembro de ONG o un cargante "rogelio" casposo.

La crisis vocacional también viene de aquí, pues nadie sigue a quien no convence. Los santos solo se preocuparon de amar a Dios y los seguían a cientos. Pues la gente, no hay más que mirar con ojos limpios, está sedienta de Dios y no de sucedáneos.

En consecuencia, el fruto de todo esto es el lamentable estado de buena parte de la educación religiosa – de la laica no es necesario ni decir palabra -. Es desolador llevar a nuestros hijos a colegios religiosos y ver qué fe les transmiten, qué amor a la liturgia les enseñan y qué moral les inculcan. Son cientos de anécdotas de amigos y conocidos católicos que se lamentan del enfoque sobre la sexualidad en colegios católicos, los errores dogmáticos de base y el abandono de las prácticas de piedad y de los sacramentos tan necesarios en la edad infantil. Tradicionalmente los colegios católicos celebraban la misa periódicamente con los chavales de una forma propedéutica, les daban la oportunidad de utilizar la confesión acostumbrándoles a esta práctica y se les enseñaban las bases de nuestra fe y nuestra moral. Hoy en día preguntar a un niño que estudió en un colegio católico quién era Abraham, qué paso con María tras morir o qué piensa la iglesia de la virginidad es como pedirme a mí que resuelva un complicado problema de grafos por los caminos de Hamilton.

Es por tanto necesario realizar un control de calidad sobre los colegios religiosos y puede que el Espíritu Santo ya lo esté haciendo con muchos de estos cierres forzados. A veces es mejor que no toquen la enseñanza religiosa que nuestros hijos reciben en casa a que la deformen. Otro caso es el de los católicos que en casa no hablan a sus hijos de Dios.

Por tanto que entren en el gobierno de los colegios católicos los laicos fieles a la Iglesia, que los hay y muchos, puede ser la solución de futuro que Dios esté preparando, ya que ellos están luchando día a día y cara a cara con la secularización y no se dejan engañar tan fácilmente pues conocen de cerca sus devastadores efectos. No les pasa como a muchos de esos religiosos de pacotilla que han hecho de la fe una forma de ganarse la vida que, teniendo casa y plato caliente todos los día a costa de la Iglesia que denostan, se dedican a panza llena a decir todo tipo de estupideces para obtener el lustre del eco que encuentran en los enemigos de su propia Iglesia. Ya me gustaría que tuvieran el valor de dedicarse a algo útil de verdad y enfrentarse por sí solos a la vida, no se cómo iban a ganarse el pan con esos rollos de cura resentido. También y desde hace varios años las prefecturas y movimientos con cientos de sacerdotes con mucha fe, de la de verdad, llevan haciendo esta labor de forma espléndida, pero hace faltan muchos obreros en esta mies.

lunes, 19 de marzo de 2007

El Aborto es un asesinato y punto

Salí el viernes pronto del trabajo y mientras volvía a casa en coche escuchaba en la radio la tertulia del programa “La tarde con Cristina” de Cristina López Schlichting. El tema era el escándalo de la clínica Isadora. Resulta que se ha descubierto que este centro, especializado en abortos según indica su página web, ha tirado restos humanos de fetos muertos a los contenedores de basuras de esta casa del horror.

Los tertulianos se espantaban de la inhumanidad de estos hechos (tirar los cadáveres a la basura) y de que la Comunidad de Madrid no actuara inmediatamente de oficio en contra de esta clínica.

¿Qué quieren que les diga? Lo que a mi me pasma es que hasta en los programas dirigidos por gentes lúcidas y de recta conciencia, como es Cristina, no toquen el punto fundamental y es que lo dramático de este asunto no es tratar los cadáveres con el mismo respeto que a una monda de naranja, aunque sea grave, sino que haya un centro dedicado a asesinar – todo con mucha higiene por supuesto – que es eso y no otra cosa lo que es el aborto. Sinceramente el aborto y la laxitud social frente a él es horroroso, indignante y triste muy triste. Al igual que cuando analizamos la Historia, nos horripilamos de los tremendos crímenes del nazismo y de la complicidad de la sociedad con ellos, algún día pasará lo mismo con esta generación y el abominable crimen, que es el más grande, pues es el más cobarde, ya que mata a un inocente cuando reposa tranquilo en el lugar donde debería estar más seguro, del aborto.

Vamos, esto es como si a todos nos sobrecogiera que Jack “El destripador” no diera sagrada sepultura a sus víctimas. No, el escándalo es que haya negocios dedicados a la carnicería de niños.

viernes, 16 de marzo de 2007

Más sobre las nefandas fotos de Montoya

Ante la gran avalancha de noticias que veo en los blogs y confidenciales sobre este tema (y que no me atrevo a abrirlas) quiero redundar en lo que comentaba en mi anterior entrada http://blog-elultimo.blogspot.com/2007/03/nefandas-fotos.html.

Esto está destinado para todas las personas, pero creo que es fundamental para los católicos, cristianos y creyentes en general. Es necesario que como recomienda nuestra madre la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana defendamos nuestra fe.

También me surge la pregunta de si podemos hacer algo y la respuesta es sí. Mi admirado Eulogio López en su confidencial www.hispanidad.com da en el clavo: Un acto de reparación, como una bendición, una oración, etc.

Por favor tened cuidado.

Sobre Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres

Vemos, y no os la primera vez, que el gobierno de ZP trata de transformar la sociedad para ajustarla a sus patrones mentales aunque estos contravengan, según los casos, al sentido común, la lógica, la justicia o la mismísima naturaleza.

Con esta ley se pretende lo que su nombre indica. Lo cual es por definición un craso error. Si algo es patente es que nadie somos iguales. Que la ley cree un marco en el que, poco a poco y más o menos, se mejore en la sociedad el equilibrio entre la justicia y la libertad es bueno y es su finalidad - digo más o menos porque el único que puede traernos la paz y la justicia es el Mesías. Los gobiernos de aquí se han de conformar con hacer las cosas lo mejor que se puedan -. Con este marco se progresaría en la igualdad de trato ante la justicia, la igualdad de oportunidades; en definitiva, la igualdad en cuanto personas, que es lo que somos, los hombres y la mujeres. Pero hacernos iguales, tal cual, es contrario a la naturaleza.

Oigo en Onda Cero que, entre otras razones, el gobierno se ha sentido impulsado a pergeñar este engendro porque, según no se qué encuesta, un porcentaje abrumador de mujeres – no me acuerdo exactamente cuál - piensan que la maternidad es un obstáculo para su carrera profesional. Y yo me pregunto, ninguna mujer piensa que su trabajo sea el obstáculo para su maternidad.

Francamente en este mundo impío el único dios es el trabajo, al cual le ofrecemos toda nuestra vida. En vez de que el trabajo sea un medio para ganarnos la vida, este se ha convertido en nuestro proyecto vital. No niego que nuestros quehaceres sean algo importante en la vida del hombre y lo desarrolle como persona ya que con ellos colabora con el Creador en su obra. Pero siempre entendido desde un punto de vista amplio no como el mero desarrollo profesional, porque en el devenir de los hombres, los hijos es su principal misión.

Pero volviendo a la igualdad: ¿cómo uniformamos la maternidad y la paternidad?. Porque son palmariamente desiguales. Para advertir la diferencia de la maternidad y la paternidad no hay más que mirar la historia de la humanidad desde que tenemos conciencia u observar al reino animal, no dicen que no somos más que una especie, evolucionada por el azar, de ellos. De todas formas como los “progres” no se arredran por nada me temo que en cualquier momento mandarán a sus mesnadas a educar a los animalitos para que se comporten como “Dios manda”; de modo que los gallos empollen los huevos de las gallinas, los leones cuiden los cachorrillos y los toros enseñen a andar a los novillos. Ya se sabe como son las cosas, la naturaleza debe obedecer al ideal “progre”. Con el matrimonio homosexual estamos teniendo éxito, ya se ha encontrado un especie de lepidóptero, dos de mamíferos, cinco de aves y diez de anfibios que son bujarrones, aunque solo en ciertas circunstancias. ¡Qué no caigan en el desánimo!.

Alguien dijo que un matrimonio donde el hombre es un calavera, no irá bien; pero si es la mujer la que es un desastre, ese matrimonio no tiene remedio. Claramente la cultura de la muerte va a por la mujer, seduciéndola con cuentos chinos.

jueves, 15 de marzo de 2007

Masculino, ¿es bueno?: Sí.

Ayer estuve en una reunión en el colegio de uno de mis hijos varones pequeños. La profesora, que es muy amable y además da la impresión de ser buena en su profesión, me decía que el chaval no quería usar zapatillas tipo ballet sino deportivas porque para él eran de chica. A esto yo le respondí inmediatamente que me parecía fenomenal. Ella se extrañó y me contestó con el tan manido tópico, que oyes cuando hablas con muchas mujeres, de que eso sonaba un poco machista. Hay que reconocer que me lo dijo con mucho respeto y sin mala baba – creo haber comentado que es muy maja; desde luego no es una cerril, no lo es -.

Entonces le comenté que no se trataba de machismo ni de nada parecido y le aseveré sin remilgos que lo viril está en crisis y que es necesario reforzar a los chavales a sentirse a gusto con lo que son: hombres. Ella parecía extrañarse más. Teniendo en cuenta, que hablaba con un persona inteligente, traté de razonar con ella poniéndole ejemplos de anuncios de televisión feministas y haciéndole la típica pregunta de: ¿Qué pasaría si fuera al revés? Automáticamente empezó a entender lo que le decía y acabó dándome la razón. Se imagina alguien que en la publicidad de una empresa de lavadoras en vez de aparecer un señor que se lo llevan en volandas, tras telefonazo de su pareja femenina, por inútil y por no saber utilizar el electrodoméstico apareciera una señora condenada por su pareja masculina a leerse el manual cien veces por que fuera incapaz de manejar la máquina por mera intuición. Yo sí me lo imagino lo que pasaría: un escándalo. Ah, ZP seguro que pediría, por prudencia y talante, retirar el anuncio de la parrilla.

A lo que íbamos: Ser hombre está de capa caída.

Bueno, antes de seguir quiero aclarar de antemano algunos conceptos: Primero, que aunque la características de lo masculino y lo femenino estén bien claras, estas se dan en personas de ambos sexos. ¡Faltaría más!. No somos robots fabricados en serie. También que ayudarse mutuamente en las labores domésticas nada tiene que ver con lo que estoy hablando, aunque esto segundo no debería ser aclarado en una sociedad normal. Y por último, ni mucho menos quiero dar entender lenidad frente al maltrato. Esta última aclaración me parecería del género tonto, pero en las circunstancias que nos movemos la gente entiende cada cosa, qué….

Aclaraciones hechas, vamos a lo nuestro: ¿En crisis decíamos?. Eso es. Todo los atributos que definen lo masculino como la fuerza, la disciplina, la fortaleza, la justicia, la ley, la camaradería, la lealtad, la discreción, el sacrificio y la templanza parecen características antiguas, estúpidas o machistas. Tan solo parecen tener valor si alguna fémina está adornada con alguna de ellas. Para los hombre lo bueno y positivo es ser tiernos, blandos, respetuosos, sensibles, cariñosos, graciosos, sumisos y muy tranquilos. ¡Coño, si hasta a veces se ve por la calle a un jayán llevando en su brazos un osito de peluche rosa que le ha regalado su novia!

¿Dónde está el hombre auténtico?. Que se entrega a su mujer y a sus hijos, no como el inmaduro que no quiere ningún problema. Que tiene ideas claras y sabe dónde está el bien y dónde el mal, no como el superficial que pensar le da dolor de cabeza. Que es firme cuando las circunstancias lo requieren y da seguridad a los que de él dependen, no como los niños treintañeros cuando no cuarentones que viven en casa con papá y mamá y los fines de semana se van con la novia. Esto es el hombre en su dimensión profunda, él que utiliza su fuerza para ordenar todas las cosas hacia el bien.


Es imperioso recobrar esa imagen del hombre. La necesidad de encontrar esta esencia masculina se ve muy claramente en la familia donde los hijos tras una fase inicial, donde la madre es la referencia básica, etapa en la que crecen en su dimensión personal, primero y social después, llegan a la preadolescencia en la que la figura del padre es determinante. Aquí los chavales exigen, sin que sean conscientes, que se les inculque la ley; es decir, qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. Los atributos masculinos son esenciales para ayudarles a llegar con cierto equilibrio personal a la edad juvenil.

El feminismo exacerbado que lo impregna todo en nuestra contracultura es el causante de que todo lo que suene a masculino parezca malo o rancio. Y llegado a este asunto del feminismo, siempre se arguye que hemos llegado a este dislate por la opresión que durante siglos ha ejercido el varón sobre la mujer. Y yo digo, si esto fuera así (que lo niego como un absoluto, aunque haya habido mucho de ello, pero algún otro día entraremos en esto), ¿porqué hemos convertido a las mujeres en hombres?. Si lo que fallaba era el hombre, ¿porqué no hemos dejado a la mujer tal cual era y nos hemos puesto a cambiar al hombre para que sea como tiene que ser?. Pues no, la mujer se ha vuelto infiel, promiscua y obsesa del trabajo; o sea, ha adquirido los peores hábitos que los caballeros tradicionalmente han tenido y el hombre, por su parte, no le queda otra que ser como Fofito para poder sobrevivir.

Pues yo me niego, quiero que mis hijos varones se sientan orgullos, al igual que mis hijas, de cómo Dios les ha hecho: hombres y mujeres; diferentes, aunque iguales en su dignidad, y complementarios.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Nefandas Fotos de Montoya

Tan solo un comentario sobre este tema que ya todos conoceréis:

Desde que oí la noticia en la COPE, no he visto ni una foto, ni he leído una letra, ni nada de nada sobre este asunto. Tal fue el impacto que me produjo saber esto. Cada vez que he advertido alguna referencia a esta noticia he tirado el periódico, he saltado a otra web o he cambiado de dial.

Digo esto porque los efectos nocivos de las imágenes perversas (verbigracia la pornografía) en nuestra psicología, no son solo puntuales sino que permanecen durante mucho tiempo. Por tanto si juntamos pornografía y blasfemia no quiero imaginar su impacto en nuestro interior.

Por tanto denuncio fuertemente a los medios que para criticar este horror gratuito han publicado las fotos. Hay que felicitar a la web "libertad digital" que no lo ha hecho. Porque insisto que caer en la trampa, lo cual es muy fácil solo por curiosidad, nos acarreará mucho mal. Ya que a Dios no le afectan nada nuestras blasfemias, pero a nosotros sí, al que las dice y al que las oye. Pero si la blasfemia se ve, esta queda impresa en nuestra memoria repitiéndose y haciéndonos mal durante mucho tiempo.

Algunos pensarán y cuál es ese mal. Pues, es bien fuerte: deteriorar, más aun si cabe, lo que de experiencia de Dios quede en nuestro interior.

Bienvenida

He decidido iniciar esta nueva aventura en el proceloso piélago de Internet. Las razones que me llevan a ello se concentran en una sola: la necesidad de comunicar mis opiniones en un mundo donde el pensamiento único nos invade con mayor vehemencia cada día que pasa.

Si bien es verdad que en Internet la libertad y la variedad de publicaciones es mucho más rica que en otros medios, siento la necesidad de expresar muchas cosas y las quiero hacer a mi manera.

Para comenzar quisiera manifestar la declaración de intenciones de este blog:


“Ayudar en la medida de nuestras fuerzas, que no son otras que el empuje de nuestros argumentos, a la defensa de la vida - desde su concepción hasta su término natural -, la familia y la libertad. Por otro lado, desde esta página se intentará, sin disimulo ni corrimiento, potenciar la visión de la realidad desde la óptica de la fe católica. No pretendo defender la fe, pues ya tiene quién la defiende, su Creador; tan solo quiero ponerla en práctica. Todo esto lo haremos siguiendo el principio de subjetividad que es el camino para desvelar algo, aunque sea pequeño, de la Verdad

Visitantes en el mundo