miércoles, 21 de marzo de 2007

El perdón

Si existe alguna palabra más manoseada pero menos comprendida que amor, esta es perdón.

El verbo perdonar procede etimológicamente del latín per y donare; que podríamos traducir como “el don o regalo total”. Aunque tiene connotaciones económicas, jurídicas y de otra índole, yo me voy a circunscribir a la parte moral.

La primera reflexión la podríamos basar en la proverbial pregunta: ¿qué es más fácil perdonar o pedir perdón?. Por mi parte creo que la respuesta a esta cuestión descubre bastante el grado de madurez – también; o mejor dicho, fundamentalmente, en la ámbito de la fe – que cada persona tiene.

Pedir perdón con mayor o menor esfuerzo está al alcance de la persona. Muchas veces es extremadamente duro y humillante; pero es un deber y, además, el contorno de la tarea tiene unos límites precisos. No obstante pedir perdón exige unas condiciones que pocas veces se tienen en cuenta y que trataré de exponerlas.

Sin embargo, perdonar comporta dar totalmente y esto, si somos un poco auténticos, reconoceremos que no está al alcance de la restringida capacidad humana. Por consiguiente, nuestro perdón será limitado e insuficiente. ¿Quién conoce sus propios entresijos para poder asegurar que ha borrado toda huella del daño que nos han causado?. No obstante, el cristiano, puesto que cuenta con el auxilio sobrenatural de la Gracia de Dios, sí que puede. Pero al tratarse de un tema no natural no me voy a ocupar de ello, pues la forma para conseguir esa capacidad de perdón está bien definida y procede el misterio pascual de Jesucristo cuyos frutos salvíficos nos los da gratuitamente en los sacramentos y la Palabra a través del don de la fe.

¿Cuáles son, por tanto, las condiciones para pedir perdón?: Cinco, que son las mismas que el catecismo nos enseñaba para hacer una buena confesión. Aunque no me estoy circunscribiendo al ámbito de la fe, ni mucho menos, más bien todo lo contrario. Cada una de estas condiciones, como si de escalones se tratase, se apoyan unas en otras; de tal forma, que solo se puede realizarlas tras haber efectuado adecuadamente la anterior. A saber:

- Primera: Identificar, específicamente y sin generalizaciones, qué hemos hecho mal, cuál es daño causado, qué impacto y qué consecuencias ha tenido en las personas a las que se lo hemos infligido.

- Segunda: Sentir verdadero arrepentimiento, que nos debe acarrear dolor y pena, por lo anteriormente mencionado.

- Tercera: Este sentimiento debe llevarnos a un deseo positivo de no volver a causar el mal realizado. Lo que siempre se ha llamado el propósito de enmienda. Cuando se ha alcanzado la segunda condición, surgen varios peligros que por ser muy subrepticios y refinados pueden derrumbar nuestro proceso a una correcta petición de perdón sin que lo advirtamos. Los más habituales son dos: La autocompasión y la contumacia, llegando, incluso, a intensificar nuestra falta por mero orgullo.

- Cuarta: Decir concretamente lo qué hemos hecho mal y solicitar el perdón a las personas afectadas. Aquí los peligros de hacerlo incorrectamente son innumerables: justificarnos sin asumir nuestra responsabilidad, ser imprecisos sin concretar el mal, hacer reproches a las personas a las que estamos pidiendo perdón, añadiendo otro mal al ya causado - ¡cuántas veces se nos ha hecho más daño cuando se nos pide perdón que con el perjuicio original en sí! -, culpar a otros y un largo etcétera. ¡Ah!, una advertencia muy seria, llegados a este punto, no hay vuelta de hoja, sí o sí, hay que estar dispuestos a ser rechazados o a recibir un filípica. Es lo menos que podemos hacer para paliar nuestro error .

- Quinta: Por último, y muy importante, reparar o al menos compensar el agravio que hemos provocado.

Esto, como ya hemos advertido, es aplicable a todos lo terrenos - no solo a Dios –: al personal, al matrimonial, al laboral, etc.

Por otro lado, para que una persona sea eficazmente perdonada ha de pasar forzosamente por estas reglas; de lo contrario, aunque los agraviados olviden, quien ha hecho el mal quedará herido, puesto que todo daño al prójimo tiene una repercusión en quien lo causa, y solo podrá curarse tras haber hecho este recorrido de cinco estaciones. Recuerden válido para lo personal, laboral, jurídico y también, cómo no, POLÍTICO.

No hay comentarios:

Visitantes en el mundo