viernes, 23 de noviembre de 2007

Yo soy objetor de conciencia contra la EpC

Desde hace algo más de un mes mi mujer y yo somos objetores de conciencia contra la ya archiconocida asignatura Educación para la Ciudadanía (EpC).

Para los lectores de fuera de España – que aclaro no son pocos – reseño que se trata de una disciplina que el gobierno socialista de este país ha decidido implantar, aparentemente tal y como se hace en otras naciones del entorno, solo que, a diferencia de lo que ocurre en esos países, el contenido de la susodicha asignatura no es una simple exposición de los principios constitucionales o la descripción del funcionamiento del estado o la divulgación de los comportamientos cívicos a secas, con lo cual estaríamos desinteresadamente conformes, sino que es profundamente ideológico, tratando de adoctrinar a nuestros hijos, mezclado entre otras cosas que sí son inocuas, la concepción humana bajo la ideología de género, el relativismo, la crítica a lo genuinamente religioso y la abyecta visión sexual de los progres.

Resulta que en el proceso de enterarnos cómo hacer esta objeción hemos oído toda una serie de argumentos que apuntaban a no dar el paso desde los ambientes más críticos a ese remedo de asignatura - ¡qué no se dirá desde los otros sectores! – los cuales me gustaría denunciar por su error o pusilanimidad.

Para empezar la gente teme que en el historial académico de sus hijos quede impreso de por vida un borrón y esto es demasiado para tan caritativos padres. Además los residentes de las comunidades autónomas donde la implantación de la perniciosa materia se retrasará hasta el próximo curso, como es el caso de la de Madrid, donde vivo, piensan que es mejor plantearse este tema cuando el problema lo tengamos encima y así, con un poquito de suerte, este toro nunca llega y que otro lo lidie. Por último, en el colmo de la cobardía y también de la hipocresía, bajo mi modesto punto de vista, los más fervientes y piadosos de todos dicen: como nosotros ya llevamos a nuestros hijos a colegios religiosos ya se encargará el centro de adaptar la asignatura. No se crean que esto lo dicen con indolencia pues les consta que realmente será así; en efecto, estos colegios, lamentablemente son pocos entre los de ideario católico, harán que la asignatura se imparta de acuerdo a la mayor de las purezas doctrinales. Entre estos últimos se encuentran conocidísimos y catolicísimos sectores.

Todas están razones se caen ante una de mayor peso y es que no podemos quedarnos de brazos cruzados ante el mal que se nos viene encima a todos. Claro que hay riesgos, pero el peligro que nos cierne los demanda. Y lo más grave, los privilegiados, por la zona de residencia o por la capacidad económica de llevar a los hijos a aquellos colegios que responden a un ideario sano, no podemos mirar para otro lado medrosamente dejando que se esté metiendo en los cerebros de los niños, posiblemente de aquellas familias más débiles y desprotegidas por ser más pobres sin que cuenten con nuestra ayuda y solidaridad, este detrito ideológico. Para eso está la objeción para inundar de una ingente multitud de papelitos de estos a nuestros gobernantes y, también, a la insípida oposición, mostrando así cuál es nuestra postura y que no vamos a permitir sin luchar que traten de subvertir a nuestros hijos. Eso es algo a lo que son sensibles, pues piensan en número de votos. No vale pues decir que yo no vivo en Extremadura o que mis hijos van a este u otro colegio, ya que hay chicos a los que se les está obligando a cursar la EpC sin que sus padres encuentren los apoyos para evitarlo.

Para terminar quisiera felicitar al Foro Español de la Familia por la denodada y desinteresada labor que están haciendo para defendernos de este ponzoñoso bodrio. De igual forma incluyo un enlace donde se indica cómo objetar http://www.objetamos.com/.

lunes, 19 de noviembre de 2007

¡Qué escándalo!

- ¿Sabes lo que ha dicho Watson, del dúo Watson & Crick, descubridores del ADN? – comenta uno de los compañeros de trabajo con los que compartía la mesa del almuerzo.

- No – respondo con sinceridad -.

- Dice que lo negros son menos inteligentes.

- ¡Ah!

- ¡Y se queda tan fresco!

- Ya ves – traté de concluir un tema que me aburría.

- Pero,…, hay más.

- No me digas – respondí cansinamente.

- Lo peor es que ha dicho que si supiera que iba a tener un hijo homosexual lo abortaría. ¡Es escandaloso!

Esta apostilla puso mis nervios de punta y le espeté con la mayor vehemencia que mi educación y la ocasión me permitían:

- Pues a mí no solo no me escandaliza sino que lo comprendo perfectamente.

El asombro en la mesa se palpaba a la legua.

- Sí – dije – no me miréis con esa cara. A mí lo que de verdad me escandaliza no es que se declare esto u otra cosa similar, lo que realmente me repugna hasta la náusea es que se hagan abortos con vuestro beneplácito e impuestos a niños inocentes. O sea que si se demuestra que un no nacido tendrá tendencias homosexuales es un escándalo abortarle pero si se descubre - mejor dicho, se supone con todas las reservas que se ha descubierto - que tendrá síndrome de Down tras una amniocentesis no pasa nada. ¡Eh!, os escandalizáis de un mero comentario porque se habla de gente con tendencias no naturales y os importa un pepino que sí se ejecutan en la práctica asesinatos de muchos otros niños inocentes.

El tema es tremendo. Ya lo ven. Se trata de un conflicto de intereses progres. Entre el pretendido derecho al aborto, que por mucho que lo exijan o lo aprueben nunca será un derecho porque el asesinato por muy legal que lo sea siempre será un vil crimen, y la discriminación positiva de personas que son susceptibles de pertenecer al grupo de presión gay – el más beligerante y peligroso que existe-, el resultado parece claro: ante esta tesitura parece que gana la opción segunda. ¿Curioso verdad?. La madre tiene el derecho a decidir sobre la vida de su hijo y nadie le tiene que imponer nada; ¡ah!, pero si se demuestra que el niño que le viene será cacorro, la cosa cambia.

Pues a lo mejor hemos encontrado una forma de sensibilizar a esta sociedad sobre el nefando crimen al que se le ha dado carta de naturaleza. Digamos que ante la posibilidad de que esas criaturas no nacidas pudieran tener tendencias homosexuales habría que darles la oportunidad de vivir. Ya conocemos otra pieza de la escala de valores de los progres: los derechos de los homosexuales son superiores a los derechos humanos. Por algo a mí nunca me gustó eso de los derechos humanos, siempre pensé que mis seres queridos conseguirían mayor seguridad si me dedicaba a defender los derechos de Dios.

lunes, 12 de noviembre de 2007

No hay nada después

El otro día, tras asistir al funeral de un familiar, una compañera de trabajo me dijo, tal y como reza en el título, que ella pensaba que no hay nada después, que todo termina en la tumba y, para concluir, trató de agasajarme con la conocida sentencia de «¡qué envidia!, si yo pudiera tener tu fe…». Por mi parte le contesté sin pestañear: «¿quieres tenerla?, porque yo te digo cómo». Se quedó patidifusa.

Si todo se acaba en esta vida, si la muerte es el inexorable final, ante la repugnancia por el macabro sarcasmo que la existencia supondría, me inclino a comprender perfectamente el mundo en que vivimos. Desde esa óptica el aborto, la eutanasia y el divorcio – la maldita triada de la cultura de la muerte – son de una lógica aplastante; amen del abandono de los viejos, la promiscuidad, la falta de honradez, la avaricia, el hedonismo y un largo etcétera.

Pero no, los católicos creemos en la vida eterna. Bueno, esto es incompleto, porque también lo creen las religiones e incluso aquellos que impostoramente se autodenominan cristianos como los progres y los retros. Lo que distintivamente creemos los católicos no es solo en la vida perdurable, que también, sino en la resurrección de la carne y, hete aquí algo que olvidan muchos, en el juicio, infierno o gloria.

martes, 2 de octubre de 2007

El marxismo no sólo es malo en su puesta en práctica sino que es intrínsecamente nocivo

El título expresa bien a las claras lo que voy a intentar desarrollar en esta entrada.

La verdad es que el último comentario realizado sobre el artículo que escribí hace ya meses La religión es el opio del pueblo, ¿seguro? me ha recordado una vieja creencia muy extendida, incluso entre el orbe católico, de que el marxismo es una teoría muy buena pero que o bien nunca se llevado a cabo o bien ha fallado en sus diferentes concreciones derivando en tiranías, la cual es más falsa que un moneda de madera.

Soslayaré el criticar los diferentes regímenes autodenominados comunistas o socialistas como los de la extinta URSS, Alemania oriental, Vietnam, Camboya, Albania y un largo etcétera que recorre América, África y Asia porque sus horrores son proverbiales. Me olvido también del auténtico autor de la ideología política comunista o socialista que es el amigo Vladimir Ilich Ulianov al que algún día, si encuentro la demanda oportuna, le dedicaré alguna cosilla especial. Me voy directamente a los fundamentos de la doctrina socialista que desarrollaron Marx y Engels y digo que son erróneos y peligrosos.

Reconociendo de antemano que comparto con Marx las críticas a las injusticias sociales, que siempre se han dado y que siguen vigentes, añado que en poco más puedo convenir con él. Además ni siquiera en esto, como los convencidos, que son muchos, tratan de hacernos creer, el amigo Marx tiene el monopolio. Desde la más remota antigüedad han existido muchas voces que han denunciado, sobre todo desde la esfera judeo-cristiana, acertada y aceradamente las injusticias, singularmente las perpetradas por los ricos.

Lo que sí es innegable es la sorprendentemente efectiva facultad de seducción del marxismo ya que ha convencido a la masa, especialmente a los notables, de la bondad de su doctrina. Tal ha sido esta habilidad que, a pesar de sus notorias consecuencias, el mundo sigue creyendo mayoritariamente en dicha utopía. Es verdad que han mutado sus axiomas pero su fuerza de convicción no ha menguado. Otro día entraremos en las razones de tamaña capacidad.

Desde una visión antropológica católica voy a incidir en las tres equivocaciones primordiales del socialismo.

1.- El marxismo niega la esencia del hombre porque niega las esencias, los universales y punto. Yendo al grano, ¿qué es el hombre para Marx? – sería bueno que nos hagamos esa pregunta a nosotros mismos – la respuesta es clara: materia. O sea que el hombre es poco más que una roca, una adelfa o un pato. ¡Mentira!. Este es el error primordial, que procede de otro mayor y es que Dios no es. Si el sistema parte de una idea equivocada del hombre qué podemos esperar de sus diferentes conclusiones.

No crean que esto es baladí, si aplicamos con coherencia el materialismo colegiremos, por ejemplo, la inexistencia de la ética, esta para Marx es una estupidez burguesa que no hace sino mantener o acentuar la injusticia. Sí, sí, para este señor nada está bien ni mal. Eso son tonterías.

2.- Tal y como ya escribí en su día y reproduzco textualmente: “el método marxista cambia radicalmente el foco del problema primordial y lo traslada desde el corazón del hombre a la sociedad en su conjunto. De esta forma, en vez de dedicar nuestros esfuerzos en corregirnos a nosotros mismos, aunque es seguro que no lo vamos a lograr, pero al menos adquiriremos sabiduría y trataremos de buscar una ayuda exterior, nos dedicamos a cambiar a los demás. Yo siempre me pregunté cómo las estructurales sociales han llegado a ser injustas, porque si pensamos que los hombres por naturaleza no son malos - de hecho bueno y malo son categorías no admitidas para un coherente materialista marxista - cómo demonios llegan a serlo las estructuras sociales. Además es un hecho patente que no ha existido en ningún lugar ni en ningún tiempo una comunidad humana donde no se hayan cometido crímenes e injusticias. En consecuencia, para llevar a cabo la solución marxista, que implica cambiar a la otra clase, a la sociedad; en definitiva, a los demás, se necesita odio y violencia explícita o subrepticia. Mal arreglo es eso de sanar el odio con más odio.”

Es decir, al contrario del cristianismo que pregona que el problema de la injusticia reside en el corazón del hombre cuya naturaleza herida por el pecado original le incapacita para hacer el bien y solo la gracia obtenida en la muerte y resurrección de Jesucristo nos rescata de dicha tragedia, el marxismo afirma que las injusticias están en la sociedad y esta hay que cambiarla y punto. Insisto, ¿de dónde procede que la sociedad esté mal sino es porque las personas están mal?.

3.- Para el marxismo el motor de la historia es la lucha de clases. Este sistema, aparentemente científico, de interpretar e incluso profetizar sobre la historia fue el que encandiló a tantísimos. Fíjense que para los cristianos la historia de la humanidad se mueve por el amor, el de Dios. El amor de Dios creó al hombre y su amor es el que quiere salvarlo. Para ellos la lucha, aclaro la guerra, la pelea; esto es, el odio. Lean, por favor, lean a Marx y verán como lo único que para él mueve el mundo es el odio, el conflicto. El odio para ellos, el amor para nosotros ¿qué es lo que realmente anima al mundo?

Espero haber conseguido aclarar porqué esta doctrina es perversa y si no confío al menos haber evidenciado que en nada se parece al cristianismo. Una de las falsedades que, sinceramente, más me irritan.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Sobre la justicia de los hombres

El comentario que ha hecho nacho p. a mi anterior entrada me ha abierto los ojos sobre un asunto, que como en tantos otros, existe una gran confusión dentro del mundo católico.

Me refiero al tema de la justicia. Cuando hablamos de ella el barullo que nos hacemos es de órdago ya que aplicamos los principios morales a situaciones y finalidades dispares sin discriminarlas rectamente.

Me explico. No hay normal moral más grande ni más importante que el amor. Esto es incuestionable, pero en función de la coyuntura el amor se expresará de formas distintas. También hay otro principio moral que aunque no contradice el amor si lo complementa y perfecciona y este es la justicia. Si, en esto estaremos de acuerdo, justicia sin amor sería crueldad, no es menos cierto que amor sin justicia nos conduciría al paternalismo y la lenidad.

Entraré en la casuística. La primera confusión que tenemos es pensar que la sociedad, a través del estado, debe tener el mismo comportamiento que lo individuos. ¡Nada más lejos de la realidad!. Si bien es verdad que para los individuos no solo es encomiable sino que, desde la óptica cristiana, es necesario perdonar o pasar por alto las faltas que nos infligen, para el estado esto no así. Lo digo, porque una de sus principales funciones es defendernos. Pongamos un ejemplo, si a mí mañana me atracan por la calle tengo derecho a mi legítima defensa, ¿verdad?: Sí, pero podría no defenderme y darle todo el dinero que lleve al ladrón y amarle aunque sea un enemigo, esto aunque extraño lo hacen los cristianos de verdad. No es obligatorio este comportamiento heroico pero los santos lo hacen, porque ellos siempre actúan más allá de lo moral, movidos por el amor. Pero, sin embargo, si la circunstancia cambia y mañana un cristiano santo llega a casa y se encuentra a un desalmado tratando de violar a su hijita de ocho años: ¿qué tiene que hacer?, ¿le dirá acaso: «perdónalo, hija»?: No, bajo ningún concepto. Tendrá que defenderla a costa incluso de su vida y hacerlo con eficacia, a puñetazos y si de esta forma no fuera suficiente para reducir al malhechor, con cuchillo o pistola. Todo menos dejar indefensa a su hija. Y si no lo hiciera faltaría atrozmente a su obligación. Además, no es lo mismo tu hijo que un extraño por la calle, no auxiliar a una víctima de un atraco supondría una falta de caridad pero no tan grave como la de no hacerlo con tu propio hijo pequeño con el que tienes el grave deber de defender. Lo mismo pasa con el estado y sus ciudadanos, ser indulgente le llevaría a una falta de lesa justicia para con nosotros.

Con los ejemplos mencionados vemos con más claridad como la recta moral nos aconseja a actuar de forma distintas en función de las circunstancias y de los sujetos que las protagonizan. Por tanto, continuando con el comienzo de esta entrada, esperar que el estado tenga una forma de comportarse llamémosla cristiana como si de un individuo y frente a sí mismo se tratara es un error muy común entre los católicos.

Concluyendo, en mi anterior entrada defendía la superioridad de la finalidad punitiva y compensatoria sobre la de la reinserción para la justicia. Parece que hay gente que aduciendo razones de índole de fe rechaza tal aserto ya que piensan - hay mucho sensible, aunque generalmenente esta sensibilidad se acentúa con la acciones de los demás y muy poco con la propias - que soy muy duro y que lo que digo no es cristiano. Bien, pondré algunos párrafos del catecismo de la Iglesia Católica para zanjar la polémica de si esto que sostengo, tanto en esta entrada como en la anterior, es o no cristiano.

2265 La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro, del bien común de la familia o de la sociedad.”

2266 La preservación del bien común de la sociedad exige colocar al agresor en estado de no poder causar perjuicio. Por este motivo la enseñanza tradicional de la Iglesia ha reconocido el justo fundamento del derecho y deber de la legítima autoridad pública para aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte. Por motivos análogos quienes poseen la autoridad tienen el derecho de rechazar por medio de las armas a los agresores de la sociedad que tienen a su cargo.
Las penas tienen como primer efecto el de compensar el desorden introducido por la falta. Cuando la pena es aceptada voluntariamente por el culpable, tiene un valor de expiación. La pena tiene como efecto, además, preservar el orden público y la seguridad de las personas. Finalmente, tiene también un valor medicinal, puesto que debe, en la medida de lo posible, contribuir a la enmienda del culpable (cf Lc 23, 40-43).

viernes, 21 de septiembre de 2007

El ministro de justicia español Bermejo tiene razón

Don Mariano Fernández Bermejo, a la sazón ministro de justicia de España, ha afirmado, con más razón que un santo, que "cuando en un sistema democrático alguien cumple la pena que le impuso un tribunal lo que tiene que hacer es salir" y va y le llueven críticas. Aclaro que estas críticas se derivan del pequeño detalle que se está hablando de un violador que no está rehabilitado y que me temo estará deseando salir del talego para volver a las andadas.

Me parece que, especialmente desde la derecha, el despiste es monumental. El aserto del ínclito ministro es una obviedad. Me recuerda a la discusión sobre la liberación del etarra De Juana Chaos en la que al PP le ganaban dialécticamente por goleada y era un tema, al igual que este, donde el sentido común va en contra de lo que la realidad jurídica indica.

¿Cuál es el problema pues? ¿Porqué el sentido común parece contradecir a la ley jurídica?. La respuesta está – no en el viento – en la pregunta. Porque está mal la ley.

Dejémonos de zarandajas el problema es que el código penal español tiene una penas muy pequeñas porque se sustenta en un principio constitucional que es la reinserción, el cual es muy discutible. La primera razón de las penas tiene que ser la sed de justicia de una sociedad y el resarcimiento, si es posible, de la víctima. Por eso el código penal ha sido y es, eso, penal; es decir, punitivo. Lo primero es el castigo y luego, si el condenado muestra arrepentimiento, se puede tratar la reinserción pero como un añadido, muy loable, pero añadido. Es por ello que si no cambiamos este espíritu constitucional relativo a la justicia y como consecuencia de ello se aplican penas proporcionales a los delitos que incluyan entre otras, por supuesto, la cadena perpetua estaremos siempre en este dilema en el que la ley jurídica contradice al sentido común y cuando esto se mantiene en el tiempo la gente deja de creer en la justicia, en el sistema y pasa lo que pasa.

Por supuesto que esto no quiere decir que la ley no tenga resquicios para la misericordia, tales como conmutaciones o incluso condonaciones, pero solo para los que hayan demostrado muestras de un verdadero arrepentimiento y no hay mejor herramienta que ayude al arrepentimiento como un buen castigo. Sobre este particular estoy persuadido de que un gran porcentaje de los condenados a la pena capital están en el cielo ya que tuvieron una gran oportunidad de atrición.

Volviendo al caso que nos ocupa es más que significativo enfatizar que este hombre fue acusado de violar a 16 mujeres - conviene aclarar que 16 es el número de los casos que se han podido demostrar -, motivo por el cual tuvo una sentencia de 310 años. Teniendo en cuenta que el código penal limita a 30 el número máximo de años que uno permanece en prisión en España y que, para más inri, los beneficios penitenciarios, o sea, los años de descuento sobre la pena se contabilizan a partir de esos 30 en vez de desde la condena, el tipejo este ya ha cumplido su condena; sí, cumplido, y va a ser libre. Total, 16 de cárcel por 16 violaciones: a año por violación. ¡Ah!, las razones para la espléndida rebaja de 14 años de cárcel son el haber aprendido yoga y defensa personal – ¡que se preparen las mujeres con las que se encuentre este desalmado a partir de ahora! -. Por cierto, de su intención a reincidir no se si será un juicio de valor o si el hecho de que durante sus fines de semana de tercer grado – para la gente de fuera de España les aclararé que aquí los delincuentes, incluso lo más peligros, tiene a partir de cierto momento fines de semana de vacaciones – cometiera varias de sus violaciones represente algún indicio de peso.

El problema no es que el juez interprete no se de qué manera la ley, ni que busquemos ridículos delitos nuevos, ni otras pintorescas salidas para prolongar la estancia en prisión de este y otros maleantes. No nos perdamos por las ramas y vayamos al fondo: hay que cambiar la ley. Pero a esto no están los políticos.

Y aclaro que a mí la reinserción me parece fenomenal y muy acertada pero no para la parcela de justicia porque si no desdibujamos una de las funciones básicas del Estado que es la de garantizar la seguridad de los ciudadanos y el monopolio de la justicia (para evitar las venganzas personales). Una idea podría ser la creación de un cuarto poder que tuviera como razón de ser el arreglar los corazones de la gente, el convertir a los malvados en buenas personas y a los delincuentes en honrados ciudadanos. Algo así como un mesías laico, una evangelización pública y una Iglesia secular.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Demandar a Dios

Creo que ya todo el mundo sabe, singularmente en la blogosfera católica, de la demanda judicial presentada por el senador estatal de Nebraska, Ernie Chambers.

Seguro que están pensando que voy a fustigar a este señor por su esperpento. Pero no. Fíjense, independientemente de la irreverencia y lo descabellado de la ocurrencia, pues es evidente que Dios es el bien absoluto y ningún argumento humano puede ensombrecer esta realidad y que además, por descontado, el hombre no es digno de pedir cuentas a su Creador y si lo hace jamás podría hacerle cumplir su sentencia porque la diferencia entre el Él y nosotros es infinita y nadie puede hacerle el más mínimo agravio, bajo mi humilde criterio considero que detrás de este hecho hay algo interesante. Es como si se hubiera realizado una representación teatral de algo que, en el fondo, todos pensamos; dado que todos, en especial los que están en camino de santidad, experimentamos la tentación.

Quiero advertir previamente que no se de este señor otra cosa que lo que hemos leído y por tanto desconozco las intenciones últimas de su extravagancia pero conjeturaré para lo que trato de decir.

Al realizar esta demanda este prohombre está admitiendo implícitamente dos cosas: la primera que Dios existe y la segunda que Él es causa primera de todo lo que acontece incluso de las desgracias. Una buena pregunta de fe sería esta: ¿creemos nosotros esto?

Digo que todos nos hemos planteado en nuestro fuero interno esta demanda aunque no nos hayamos atrevido a hacerla explícita y ni mucho menos judicialmente, tal vez seamos más hipócritas. Porque quién no se ha preguntado ¿si Dios existe y es infinitamente bueno porque permite cosas tan horrorosas como aquel tsunami?

Bien, la respuesta no es sencilla y que nadie piense que una triste entrada de un blog pueda servir para responder a uno de los enigmas más grandes que la humanidad tiene, que es el origen del mal.

Lo que sí pretendo es hacer pensar y remover nuestras conciencias aletargadas ya que la pobreza de las creencias religiosas de muchos de los que hacen gala de ser católicos son causa de mofa de los impíos; lo cual no solo es malo porque nos deje en mal lugar sino porque, y esto es lo importante, la única, subrayo la única, misión de los cristianos es ser luz gracias a nuestro testimonio – las obras, vaya – provocando que los no creyentes cautivados por nuestra forma de vida deseen, en mayor o menor medida, acercarse a Jesucristo para que, de esta forma, Él los pueda salvar. En efecto, con un pírrico bagaje espiritual mal podremos realizar esta misión.

Por tanto no nos podemos permitir el lujo de eludir estas preguntas y tratar de revisar qué es lo que realmente respondemos y creemos porque muy probablemente estemos muy lejos de lo que la Santa Madre Iglesia nos enseña. Es imprescindible reflexionar sobre el mal, acerca de su esencia y de su origen, en todas sus modalidades: el pecado del hombre y su formas más crueles y retorcidas de perversión, el misterio de iniquidad (que es previo a la caída de Adán y Eva), la enfermedad y la muerte y, probablemente lo más desconcertante, el mal sin causa aparente como es el caso del sufrimiento de los niños, las catástrofes naturales o el dolor en sí.

Puede que demos respuestas del tipo de: Dios no se mete en eso, es propio de la naturaleza, es fruto de la maldad o la debilidad humana, la mala suerte o el azar o simplemente que no sabemos.

Creo que la mayor parte de las respuestas que he propuesto no son solo insuficientes sino que además son falsas. Fundamentalmente digo esto porque estoy persuadido que no escapan al control del Todopoderoso y su plan ningún acontecimiento por muy malo que a priori nos parezca. Y si pensamos un poco acerca de esto puede que muchas de nuestras convicciones más íntimas se tambaleen y, si nos armamos de valor, puede que entremos en un nuevo espacio caracterizado por el vértigo, la inmensidad sin límites y la sorpresa; en definitiva, en el Misterio; en la Fe. No piensen que hablo con suficiencia y frialdad, yo he experimentado muy cercanamente la mordedura del sufrimiento y la dimensión que este puede alcanzar desde la fe, pero esto no viene al caso ya que este es un blog fundamentalmente de pensamiento y opinión; no lo es de testimonios personales que tienen otro ámbito; tan solo hago esta apostilla para evitar los típicos prejuicios que surgen cuando se tratan los grandes temas; es decir, los importantes.

Lamentablemente no es suficiente con hablar de la bondad de Dios y ni mucho menos creer que el hombre es bueno por naturaleza (un neo-pelagianismo muy extendido) porque podríamos quedar fuera de la realidad - y Dios es muy real -, incluso, podríamos acabar, en el peor de los casos, como los curas progres, tocando la guitarra y diciendo la vida es bella y Dios te quiere de una manera fatua, mientras la gente sufriendo nos mirara con compasión. ¡Claro que Dios es amor!, es la única verdad, pero esta es tan cierta que abarca toda la realidad hasta la más negra y dolorosa.

Lo dejaré aquí. Espero que esto sirva como de incentivo para que los lectores que se sientan interpelados escudriñen el magisterio y sobre todo aumenten su piedad – fundamentalmente los sacramentos y la oración -.

Me permito sugerir algunas lecturas que pueden ayudar a buscar las respuestas: Del AT, El libro de Job (acompañado de algún libro de comentarios escrito por algún santo); del NT, Jn 9 (en especial del 1 al 4) y del magisterio, la carta apostólica Salvici Doloris de Juan Pablo II.

martes, 18 de septiembre de 2007

Que alguien me ayude

El Periodista Digital, como siempre en su línea de buscar cualquier noticia que favorezca a la Iglesia, aunque en este caso hable de los anglicanos, nos regala la siguiente noticia: Misa para curas gays y parejas.

Y yo me pregunto: ¿qué credenciales habrá que presentar para dicha ceremonia?, ¿se les practicará a los invitados un análisis forense a fondo para verificar que cumplen con los requisitos para el acceso? o ¿tendrán que realizar una demostración previa que los acredite?.

Por favor ayudenme a salir de esta duda.

Tal vez el Embajador en el Infierno con su conocimiento directo en la materia - la cultura británica, aclaro - pueda darnos luz en este asunto.

Por cierto, la foto del arzobispo no tiene desperdicio.

lunes, 17 de septiembre de 2007

La definición de hombre es la de animal moral

El autor de la erudita y más que recomendable bitácora Es justo y necesario lanzó el reto de demostrar la posibilidad de una moral sin Dios. En la entrada Otra ética ¿es posible?, que aunque es un poco larga – yo también tengo ese pecadillo – no tiene desperdicio, destripa el artículo de un pardillo autodenominado ateo que aceptó el desafío.

Y digo pardillo porque la última frase de la mencionada entrada “Sin Dios no hay moral” es, tal y como le plasmé en un comentario, impepinable. Es una vieja discusión en la que los ilusos ateos y los majaderos agnósticos han tratado de buscar todo tipo de pintorescos principios para sustentar lo insostenible que es mantener que sin Dios puede haber algún atisbo de moral; es decir, encontrar un principio para normalizar qué actos son buenos y cuáles son malos. Por tanto el autor del blog jugaba con ventaja pero él no es un tramposo ya que su reto no era real, pues sabía que estaba ganado de antemano, sino un acicate, una original fórmula retórica, para hacer pensar al rebaño adormecido.

Sí, ya se que se han dicho muchas cosas para negar lo que estoy sosteniendo. En el colmo de la estulticia, cuando no de la desfachatez, algunos argumentan incluso – o mejor dicho rebuznan - que ésta, la moral, es relativa. ¡Manda huevos! Y se quedan tan anchos como si hubieran dicho algo importante y no una chorrada como un piano. Porque mantener que la moral es relativa no es más que una contradicción en los términos; a saber, si lo bueno y lo malo depende de cada cual entonces no existe la moral porque no hay norma y es eso precisamente lo que la moral es, unas normas. Verbigracia: ¿existiría la Ley si dependiera del criterio de cada uno?: ¡Yo pago el 5% de impuestos!, ¡yo, el 15%!; ¡yo no he robado porque ese señor era rico!, ¡ya pero yo soy rico y tengo derecho a mi propiedad!; ¡Las mujeres no votan en mi mesa electoral porque considero que no deben!, ¡pues en la mía votan los inmigrantes porque es justo socialmente!. Vaya follón, ¿no?. Si esto fuera así; esto es, que la ley jurídica fuera relativa, la conclusión sería que no existiría ley. Pues con las leyes morales ocurre lo mismo si son relativas no existen. No entender esto es de imbéciles por lo tanto no insisto más que me canso. Hasta la Biblia desaconseja enseñar a los necios.

Por otro lado, los progres – que son de un cursi y de un pedante vacuo que atufa – aseveran que una cosa es la moral y otra la ética. La moral – mantienen ellos – es para el orden privado y es relativa; la ética, por el contrario, es de la que se debe ocupar el Estado (y de ahí la EpC…). La gente normal se queda atónita, pero como somos muy pudorosos y nadie se atreve a preguntar, especialmente en este mundo dominado por el pensamiento único donde te crucifican si te significas, nos tragamos estas cosas sin anestesia y ponemos cara de boniato. Pero yo me atrevo a preguntar: pero, ¡coño!, ¿acaso no eran sinónimos ética y moral?. Y respondo: Sí. Lo que pasa es que esos ignorantes sostienen que la ética es la moral y la moral la parte de esta dedicada a lo que está debajo del ombligo y por encima de los muslos. Y ya saben que lo único que quieren los progres es fornicar sin que nadie les diga que es pecado, por eso les fastidia tanto la Iglesia. Y créanme el pensamiento actual no es mucho más complejo que el alegato de las prerrogativas de la bragueta. Volviendo al hilo: Pues no, moral y ética es lo mismo.

Por último, sobre este tema diré que mi admirado Gustavo Bueno – el de verdad, el padre – que por ser un marxista tan coherente y tan valiente dice cada día verdades como puños que asustan porque se ve la maldad a las claras del ateismo. Pues este filósofo afirma que le ética (la moral) es mentira, es simplemente el arma de defensa de los débiles contra los fuertes. Y es verdad. Si Dios no existe eso es vedad. Si Dios no existe esto es una jungla sin sentido donde hemos de sobrevivir como en Mad Max. Veo que como siga así de genuino, el amigo Bueno, se va a convertir al cristianismo. Porque siendo auténtico con la Verdad aunque se vaya por un camino equivocado la Verdad se hace la encontradiza; pero con lo progres es imposible porque no juzgan sino que prejuzgan y someten todo a su dogma y cuando ven que su razonamiento está equivocado sacan el sentimentalismo y cuando no pueden más la chanza.

Lo que quiero decir es que yo respeto la hidalguía de los que dicen que Dios no existe y por tanto no existe ningún principio moral y que tan solo podremos alcanzar alguna convención perecedera para subsistir e ir tirando y que, en consecuencia, la existencia del hombre es una fatalidad trágica cuyo destino es terrible. Tal pensamiento será vertiginoso pero es intelectualmente admisible. Ahora los mediocres que defienden que la moral es relativa o que está fundamentada en el consenso asambleario o que es el fruto de la evolución como especie – esta teoría de Darwin hace las delicias de los progres más leídos – me producen hilaridad. Por supuesto, hay también otra posibilidad, que es la que sostengo: que Dios existe y que por tanto de sus derechos como Creador, o lo que es más como El Ser, se derivan lo deberes de sus criaturas.

Nuestro amigo de Es justo y necesario afirma también con buen criterio que el hecho de que sin Dios no hay moral no implica que los no creyentes o los ateos no sean morales. Yo digo más aún: que tampoco conlleva necesariamente que los creyentes lo sean. La moral está inscrita por nuestro Creador en nuestras células y es la conciencia la encargada de hacérnoslo saber. Todo hombre aunque no sea piadoso escucha de algún modo la voz de Dios; en efecto, el hombre intuye – muchas veces es la forma más segura de conocimiento- la bondad, la verdad, la belleza y por el contrario la maldad, la mentira y la fealdad. Es curioso cada vez que hablo con alguien que dice no creer en Dios y le pregunto sobre su criterios morales acaba haciendo alguna referencia, aunque sea remota, a los principios religiosos de sus padres, de la sociedad, del colegio, etc.. Por otro lado hay gente aparentemente muy piadosa pero que realmente sus actos no lo son, esto es debido a una enfermedad de la religión denominada fariseísmo. En consecuencia, el hecho de que los ateos en particular y los no creyentes en general actúen honradamente no demuestra que pueda haber moral sin Dios.

Hay una cosa más que quiero constatar y es que para que exista la moral no solo es necesario que exista Dios sino que tiene que haber seres libres. Solo si se es libre puede haber actos buenos o malos. Los toros no hacen actos moralmente calificables. Ellos actúan tal y como Dios le han mandado hacer, y su voluntad está circunscrita a su instinto que heredan genéticamente. Pero el hombre (o los ángeles, pero hoy no toca, que no acabo entonces) es libre y está facultado para realizar actos volitivos. Pero, ahí va esa – a los cretinos les va a costar porque lo obvio les cuesta – la materia no puede ser libre, tan solo el espíritu puede ser sujeto de tal facultad. La materia está regida por unas leyes, las cuales son el objeto de estudio de la ciencia, que son indefectibles. Una roca no puede decidir si estar sometida a la gravedad o no. Otro ejemplo más ilustrativo: un sistema de inteligencia artificial puede aprender, razonar, argumentar pero no puede decidir, siempre tiene que ser en base a una experiencia acumulada que lo hace predecible, complejo tal vez, pero predecible. Sin embargo el hecho de que yo continúe esta frase o la interrumpa para dar un beso a mis hijos, que los estoy oyendo, depende absolutamente de mi voluntad. Aunque la química de mi cuerpo me condicione, pues tengo sed, a seguir o continuar escribiendo yo puedo decidir libérrimamente levantarme a beber un vaso de agua o seguir; esta decisión no puede ser tomada por ninguna complicada matriz de neuronas y corrientes eléctricas en frenética actividad cerebral, porque su resultado sería predecible, el mío no. Estos actos no son de la materia son del espíritu. En efecto, sin alma no hay voluntad y consecuentemente no hay libertad. Por tanto, si admitimos que existe la moral inferiremos que Dios existe y que el hombre tiene alma. Por cierto terminé el párrafo y ahora me voy a beber un vaso de agua.

Ya he subido, pero no me tomé el vaso de agua, directamente merendé. Tampoco les he dado un beso a mis hijos, lo haré cuando acabe la entrada, o no.

Por todo ello, para mí, el hombre se define más que como una animal racional, que por supuesto lo es, como un animal moral; esto es libre para actuar de acuerdo al bien que procede de su Creador o al mal. Y tan fuerte es esto que el mismo Dios se resigna a nuestra propia condenación, la cual, por el amor tan grande que nos tiene le duele tanto, hablando en categorías humanas, que la sangre de su Hijo ha sido derramada para evitarnosla, antes que restringir mínimamente nuestro libre albedrío.

Por supuesto el admitir, como hemos dicho, que si existe la moral inferiremos pues que Dios existe y que el hombre tiene alma, no comporta racionalmente que ese sea el Dios de Jesucristo ni que el alma sea inmortal ni todo el resto de la Revelación. Todo esto se conoce por la fe. Por tanto para la certeza de la existencia de Dios no hace falta la fe, es un preámbulo de la fe - lo decía santo Tomás de Aquino – se puede llegar a este conocimiento por la razón a través de diversas vías y aquí estamos jugando con una de ellas aunque no tomista. No lo hemos demostrado, porque no es el objetivo de este artículo, pero la hemos condicionado a la existencia de la norma moral. La fe es otra cosa, pero esto – como decía Aznar – hoy no toca.

Yo quiero dar un paso más en este reto que ha lanzado nuestro compañero de la blogosfera católica y es el siguiente: Afirmo que si Dios no existe y aceptamos los mentecatos axiomas del relativismo concluiríamos que ningún conocimiento cierto sería posible, ni tan siquiera de la ciencia positiva y, es más, tampoco sería posible y carecería de sentido el diálogo – palabra que tanto manosean los progres como ZP –. En definitiva, de nada serviría, por tanto, el esfuerzo de las ciencias: biología, economía, sociología, química, etc. . Es más, tampoco haría falta que los que defienden lo contrario me rebatieran porque lo suyo tampoco sería cierto, al menos para mí. Entiendo que para la narcotizada sociedad actual, que solo piensa con el sentimentalismo o con lo venéreo, admitir esto sea difícil. El relativismo solo tiene una alternativa que es el puritanismo; es decir, unas normas externas, que tengan o no mucho sentido, definidas por el Estado e impuestas por la fuerza y la coerción, que nos permitan sobrevivir sin devorarnos mutuamente. Al que se le pilla sin cumplirlas se le hunde socialmente y al que no, se le admirará por cualquiera de sus bienes o dotes más superficiales, y por supuesto tratará de aparentar que las cumple aunque en el fondo tampoco lo hará. Piensen si no en la ecología, el tema del tráfico, el fumar, la fiscalidad y un largo etcétera.

Prometo que las próximas entradas serán menos largas y de otro temas que los filosóficos pero es que el bloggero Es justo y necesario me ha provocado. Por supuesto que de vez en cuando dedicaremos alguna a la Metafísica, que no es que me guste, es que pienso que es el conocimiento más práctico. Y no se crean que soy filósofo aunque tengo buenos amigos que lo son y me ayudan en mi aficionado aprendizaje, tampoco, como mis “disculpados” creen, soy teólogo. ¡Qué lejos de mi especialidad!. Pero lo mejor de tener un blog es poder hablar sin tener que contar muchas cosas de uno mismo que, por cierto, son irrelevantes.

jueves, 13 de septiembre de 2007

La pornografía

Tengo un amigo muy querido que cada vez que le comento que el origen de esta nueva ola de males que azotan al ser humano es la aceptación social del divorcio me dice, con buen criterio, que sí pero no; que antes vino la pornografía. Y es verdad.

Digo nuevo ola porque males y pecados han existido en todas las épocas y los habrá hasta el final de los tiempos. Por supuesto, me refiero a esta situación, ya no de inmoralidad sino más bien de odio a la vida y, en consecuencia, a la familia, que nos ha tocado en suerte vivir.

A pesar de lo que nuestros inicuos políticos socialistas arguyen y nuestros vacuos políticos de centro-derecha – ¡y reformistas! - otorgan, el divorcio desencadenó, ya que atacó la raíz de la familia que es el matrimonio – el de verdad no confundir con sus caricaturas -, toda una serie de desastres que nos han conducido a la aceptación, cuando no al enorgullecimiento, de las conocidas calamidades del aborto, crisis familiar, abandono de los mayores, eutanasia y, de momento por último, el mal llamado matrimonio de una pareja del mismo sexo.

Pero mi amigo tiene razón: la pornografía. Que poco caso hacemos a este tema. Nos conformamos con que bajo el pretexto de la libertad de expresión lo que hay que hacer es regularla. Si la ponen en horario no infantil; es decir, muy de noche y sobre todo si la emiten en canales privados de pago: ya está, todos contentos. ¡Pues no!.

Evitaré entrar en muchos detalles, pues quien quiere entender lo hace y quien está de mala intención no lo va a hacer nunca.

Para empezar la pornografía inflige un daño horroroso a quien la ve. Automáticamente provoca la cosificación de la mujer – no me discutan, por favor, el 95% de esta basura está orientada a los varones, ya hablaremos en otro momento de una obviedad que se pretende negar como es que la sexualidad del hombre y de la mujer son diferentes aunque tengan, por supuesto, muchos elementos comunes –; por tanto, endurece el corazón y lo anquilosa para amar. Introduce una inquietud y un deseo ineluctable de utilizar para el placer el sexo, destruyendo, de esta forma, su valor intrínseco que es la donación. Produce adicción, lo que incuestionablemente merma la libertad del individuo. Y, por si fuera esto poco, lo más oneroso es que los efectos son a largo plazo; sí todas esas imágenes quedan impresas en la memoria – cualquier aprendiz de psicólogo sabe que la memoria funciona mejor con imágenes – y aunque la persona que ha caído en este vicio consiga rehabilitarse tras mucho esfuerzo y tiempo, porque no es ni mucho menos fácil la cura, esas escenas visionadas continuarán regurgitándose desde el inconsciente repitiéndose sus malignos efectos. Por consiguiente, al ya largo tiempo del tratamiento habrá que sumar el de la convalecencia. Por supuesto que de esta patología se derivan otros pecados mayores. Ni que decir tiene los perniciosos efectos para el amor conyugal; en efecto, provoca el enfriamiento paulatino del amor verdadero. Y qué hablar de los hombres con poca madurez psicológica, solitarios y sin posibilidad de desahogo, las consecuencias son funestas.

Para continuar la pornografía hace daño a los actores que se degradan, dudo yo que siempre voluntariamente ya que detrás hay mucha droga, a la indignidad de esclavos, profanando sus cuerpos que han sido creados para la expresión y la comunicación de toda la vida interior, fundamentalmente el amor, al fango de revolcarse para espectáculo de otros que arden mirándolos.

Para terminar la pornografía hace daño al que la produce, que como un avaro proxeneta, haciendo el papel del Tentador, induce al mal a los actores y a los espectadores.

Lo más lamentable es la facilidad de acceder a ella, cosa que está dañando incluso a gentes que tratan de llevar una vida recta, ya que la facilidad de caer en la trampa de la tela de araña de la pornografía es muy grande pero la posibilidad de desenredarse es cada vez más difícil.

Lo tremendo es que la pornografía en mayor o menor medida está hasta en la sopa: anuncios, series aparentemente inocuas, programas infantiles, etc. ¿Cómo una sociedad puede absorber toda esa cantidad energía perversa? o tal vez se la quiera tener distraída ahí, porque esclavizar una sociedad con las titánicas cadenas de la libido debe ser sin duda eficaz, ¿no?.

Mi sugerencia es prohibir la pornografía: ¿a quién beneficia mantenerla? y ¿a cuántos beneficia el eliminarla?.

A este respecto recomiendo sobre todo a los americanos la lectura de Apostolado católico en EEUU ayuda a superar adicción a la pornografía del maravilloso blog Vivicar. Por cierto la vida de Santa María Goretti y la de su asesino Alessandro Serenelli son interesantísimas. Ella es una de mis santos favoritos y, es más, yo diría que su historia es uno de los mejores ejemplos, bien sencillito, para entender qué es el cristianismo y en qué se diferencia del maremágnum de religiones.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Aquí estoy de nuevo

¡Da mucha pereza arrancar de nuevo una tarea que llevamos abandona durante un tiempo largo!, ¿verdad?; aunque esta sea una labor tan placentera para mí como es hacer este blog. Todo reencuentro es difícil, mucho más que los comienzos. ¿De qué puedo escribir?. A uno, que entre otras cosas aun peores es vanidoso, le parece que la primera entrada de la temporada debe ser buena, novedosa o simplemente especial. Hay lectores que la esperan y todo el mundo sabe que no hay peor cosa para cualquier autor que hacer esperar ya que esto provoca un aumento de las expectativas y por ende la probabilidad de defraudarlas. Hasta mi admirado Embajador en el Infierno, que ha tenido la deferencia de premiarme dentro de una cadena que tendré que ver cómo continuar, sospecha que me haya rajado de la blogosfera. Tendré que hacer un esfuerzo; calentar motores y…despegar. La pantalla en blanco de mi editor me desafiaba sarcásticamente como si me dijera: ¡No me mancharás!. Pero, ¡lo conseguí!, escribí mi primer párrafo: ¡He vuelto! Y es un verdadero placer estar con todos vosotros de nuevo.

Dos cosillas me gustaría comentar muy brevemente – ¡estoy empezando! – sobre la actualidad.

La primera es la idea de Chaves – presidente de la comunidad autónoma española de Andalucía - de garantizar por ley el acceso a una vivienda a un precio asequible para todos. Miren, sin entrar en un análisis desde el punto de vista de política coyuntural ni económico en profundidad, les diré que en principio este tipo de propuestas me gustan. Sí, yo que me encanta el libre mercado, como toda lo que suponga libertad para el hombre porque así nos quiso Dios y por tanto así somos por naturaleza. Quiero advertir que aunque no me etiqueto como liberal porque yo solo me identifico como cristiano (por la gracia de Dios) defiendo los postulados del libre mercado a capa y espada como si lo fuera. Lo hago así porque estoy convencido de que son los más eficientes y los más concordes con nuestra naturaleza. Pero como no hay más absoluto de nuestro señor Jesucristo tampoco la visión liberal lo es y, en consecuencia, podemos ponerla en entredicho en ciertos momentos y circunstancias. Así como defendemos, los que lo hacemos, la libertad de la persona para hacer los que quiera mas si esta hace un mal exigimos que este debe ser reparado y quien lo comete pagar proporcionalmente a su gravedad, acarreando este castigo la falta de libertad u otras consecuencias superiores, de la misma forma la libertad de mercado ha de ser sometida a la justicia y si hay un problema con el acceso de las personas a la vivienda, como la persona está por encima de las leyes, las teorías y las ideas, hay que ayudarlas a poder tener un techo. Ya, ya se perfectamente lo bueno de la ley de la libre oferta y la demanda, nadie como yo la defiende frente a los progres de tres al cuarto y los amantes de lo público y la subvención, pero el libre mercado precisa de condiciones ideales: sin monopolios, sin amenazas, sin grupos de presión y con reglas de juego comunes y no en un mundo globalizado para todo menos para los derechos de las personas. No nos engañemos, las causas del gran problema que tienen los jóvenes para acceder a una vivienda y por tanto a formar una familia serían suficientes para miles de tesis doctorales y nunca la conclusión sería que la economía controlada es mejor que el libre mercado, porque la primera es disconforme con nuestra naturaleza, pero como el pecado original existe y el hombre es malvado el Estado debe tratar de hacer justicia. Es lo mismo que para evitar los monopolios: ley al canto y nada de libertad. Los padres del liberalismo anhelaban un mundo liderado por la iniciativa de millones de pequeños empresarios y sometidos a una moral cristiana.

La segunda cosa es el tema de Fernando Alonso y la sospecha de espionaje. Por muy español que sea Alonso, yo que me califico de carpetovetónico y que me veo con pasión todas sus carreras, les digo que si ha participado de espionaje y por venganza además se ha chivado a la FIA de su equipo, la verdad, que quieren, el niño deja mucho que desear y ha cometido dos vilezas. Una cosa es denunciar el mal que uno ha visto y asumir el castigo que le corresponda y otra muy distinta es delatar a tu equipo por venganza amen de haber sido beneficiado tramposamente copiando el trabajo de otro.

miércoles, 22 de agosto de 2007

El veraneo

Sí, estoy de veraneo. Uno, que como ya saben mis lectores más asiduos, tiene una familia no pequeña, se dedica por entero en este tiempo a ella olvidándome del resto de mis obligaciones. El año es muy fatigoso y hay que emplearse con denuedo para atender todos los frentes que la vida nos depara; por ello, en vacaciones, tan solo la familia y el descanso merecido o no –me importa un bledo - copan mis jornadas. ¡Vamos que no he dejado el blog!, pero que está cerrado por vacaciones y vuelvo en septiembre.

Ahora disfruto de baños, excursiones y charlas amenas con los hijos y la mujer, buena comida y mejor bebida, encuentros con los amigos y familiares, alejados durante el año, que terminan en copiosas cenas y bohemias tertulias de sobremesa, con copa y puro, hasta altas horas de la madrugada. También, porqué no, este es un tiempo ideal para la piedad – alimentar la fe es lo único que no tiene vacaciones si cabe todo lo contrario -; además, entre mis allegados, con los que aprovechamos para coincidir en estas fechas, se encuentra algún que otro sacerdote y misionero.

Ya lo ven los católicos somos así. Nos lo pasamos pipa. El católico tiene como lema el disfrutar de la vida, nos han educado de forma muy diferente a nuestros medio errados y tristones compañeros protestantes y ni qué decir tiene la distancia que nos separa de las pesadísimas cargas de las religiones orientales. Por supuesto, nada tenemos que ver con el insoportable puritanismo progre – singularmente de los de dentro de la Iglesia – que hacen leyes de estupideces; vamos, que se puede abortar pero no se puede beber uno un whiskito (o como coño se escriba). El católico sabe que Dios es su Padre por lo que se dedica a vivir con alegría, especialmente porque la gracia nos protege del pecado, causa única del pesar, y si nuestra debilidad nos lleva a caer tenemos el sacramento de la penitencia que nos retorna a nuestro estado inicial.

Nada ya lo saben déjense de rollos y vénganse al catolicismo: merece la pena, de verdad. La vida se hace fantástica, uno se ve liberado de tantas cargas, se goza de todo, hasta el sufrimiento y la enfermedad se llevan con alegría; y, además, todo acaba bien, incluso la muerte, ya que después de esta viene otra vida aun mejor.

Bueno, nos vemos pronto, yo, por mi parte, sigo disfrutando de mi tiempo de vacaciones casi tanto como el del trabajo.

jueves, 19 de julio de 2007

Los mártires del 36

Oía el otro día en el telediario de un noticiero español que dirigentes del Partido Nacionalista Vasco (PNV) – para mis lectores de fuera de España aclaro que es un grupo político español que defiende la autodeterminación de las Vascongadas, zona de España situada al norte y que, aunque no admite el uso del terrorismo por principios, comparte con ETA varios de sus objetivos políticos – se quejaban amargamente que la Iglesia iba a canonizar de nuevo a varios mártires de la guerra civil española pero nunca incluía entre ellos a un grupo de curas afines al PNV que fueron ajusticiados por tal motivo. Por supuesto, en el mismo telediario, aparecía un socialistilla pelmazo que hablaba de no se qué cura rojillo que también murió ajusticiado en la contienda.

La verdad que me cansa tener que explicar lo obvio pero en estos tiempos de relativismo, especialmente en lo racional, la idiocia es colosal.

Vamos al tema. El mensaje sublimizar de estos es siempre el mismo: la Iglesia canoniza a los del bando nacional, franquista, golpista, de derechas o como carajo lo queramos llamar.

Miren nadie es canonizado por morir defendiendo a la derecha, a Franco o similares. Esta gente murió violentamente por ser curas, monjas, ir a misa, llevar una crucecita en el cuello, no querer blasfemar; esto es, por ser cristianos. Además todos ellos entregaron su vida al Padre negándose a apostatar y perdonando a sus verdugos.

Por si alguno no lo sabe, la persecución religiosa efectuada en España en la guerra del 36 tuvo unos extremos de crueldad máximos, pero como la izquierda domina la cultura y el cine la gente lo ha olvidado. Valga de ejemplo el de la superior Carmelita aserrada viva.

Sin embargo, todos aquellos que murieron asesinados por defender a Franco o la derecha, al comunismo o al PNV, por muy buenas personas que fueran o por muy ordenados curas que estuvieran, no son mártires. Posiblemente fueron víctimas de tremendas injusticias y merecen, por tanto, todo nuestro elogio y conmiseración. Pero no mártires, estos son los que mueren exclusivamente por Cristo. Y no hay vuelta de hoja.

No se porque a mí me da la impresión que esto lo tienen muy claro los del PNV y hasta puede que los rojillos también, pero que aprovechan cualquier excusa para atizar a la Iglesia y, de paso, a la derecha.

Bien es verdad que todos los mártires de la guerra civil española fueron matados por rojos; pero que le vamos hacer, es que fue así. Lo más sensato es que sus herederos políticos callen o si abren la boca para hablar de aquel tiempo sea para avergonzarse y desmarcarse de lo que sus antecesores políticos hicieron.

¡Ah!, sobre mártires no se pierdan lo que el magnífico blog, tanto por sus contenidos como por quién y desde dónde está escrito, In Partibus Infidelium cuenta.

martes, 17 de julio de 2007

Sobre las células madres

Perdonen esta entrada ya que es muy básica y parece decir perogrulladas pero es que este tema está sembrado de mentiras primordiales, mentiras basadas en una confusión del lenguaje construida adrede.

Un célula madre es aquella con capacidad de generar otras células madre y, por tanto, utilizando la técnica correcta, reconstruir tejidos o incluso órganos completos.

Hay dos tipos principales de células madres:

1.- Embrionarias: SON UN SER HUMANO
2.- El resto, evito la profusión, NO son seres humanos, son meras células.

Por favor absténgase de aburrirme con sus comentarios los que sostengan que un embrión no es más que un conjunto reducido de células porque entonces les repetiré que también una mujer adulta es tan solo un montón de células y creo que cualquier imbécil sabe distinguir entre su parienta y una verruga, ¡coño!.

Por tanto con las primeras NO se puede experimentar porque son personas. Son embriones.

Hay gente que dice: pero, ¡si es para curar a mi hijo o a mi madre!. Bueno, estoy dispuesto a aceptarlo si esa persona admite que también le parece bien lo que se hace en África o Sudamérica con los chicos callejeros. Coger a niños que nadie echará de menos para matarlos y sacarles todos los órganos en un hospital clandestino y salvar así las vidas de otros niños, muy queridos por sus padres, en países avanzados científicamente. Es exactamente lo mismo, sacrificar la vida de una persona que consideramos inferior, en un bonito hospital que manipula embriones, para salvar a otra que sí estimamos.

Por cierto, como la naturaleza es sabia porque tiene un Creador sabio, se revela contra sus destructores, por eso estas células no han curado a nadie hasta el momento, tan solo generan cánceres y otros graves problemas.

Las segundas, que sí han dado resultados médicos positivos, se pueden utilizar perfectamente para los fines curativos que se quieran, porque son solo células. Por supuesto, esto es lo que sostiene la Iglesia Católica; es decir, La Iglesia.

Y yo me pregunto:

- ¿Porqué entonces no se usan solo las segundas?

- ¿Porqué se dice que la Iglesia se niega a la experimentación con células madres cuando es mentira ya que solo condena experimentar con las primeras; es decir, con las personas?

viernes, 13 de julio de 2007

El escrutinio de los libros sin barbero y sin cura

La quema de libros durante el Tercer Reich se considera como uno de los hitos del totalitarismo nazi. Pues bien, muchos venimos sosteniendo que todo este mundo llamado democrático camina a marchas agigantadas hacia el totalitarismo, hacia la dictadura del relativismo; es decir, para ser más precisos, hacia un nuevo orden basado en el trípode: relativismo, hedonismo y materialismo donde no cabe la persona y cuyo exponente más propio, consecuencia necesaria de esa tripleta, es la cultura de la muerte. O lo que es lo mismo ha abandonado la senda de Dios para avanzar por el camino de los demonios. En efecto, tras esta fachada democrática que no hace sino narcotizar nuestras entendederas, la democracia es el opio del pueblo, podríamos decir, se esconde una peligrosísima tendencia que a veces muestra bien a las claras sus taimadas intenciones poniendo de manifiesto su naturaleza tiránica. Resulta que ahora en Inglaterra – si esto hacen en un país medio lúcido, ¡qué nos deparará la insensata España! – pretenden censurar por poner de relieve estereotipos racistas algunos capítulos del famoso cómic de Tintín. ¡Manda huevos! – que diría el clásico -.

No, si ahora resulta que nuestros cerebros han sido intoxicados desde niños, ¡y el de tantas generaciones anteriores también!, por la lectura de este ignominiosísimo libelo. Este Hergé merecería un castigo, ¡qué pena que esté muerto!.

Pero,…¡oye tú!, si vamos a censurar a los que escriben de estereotipos raciales, porqué no también a los que son misóginos u homófonos o a los clasistas, etc. Nada, nos hemos cargado, al menos en España, la mayor parte de los libros, empezando por los de Cervantes y Quevedo y terminando en los de Jardiel Poncela y Cela – me ha salido un pareado -. Y del resto del mundo nos cargamos la mitad, como poco.

¡A quemar los libros en pos de la democracia y de lo políticamente correcto! Volvemos al 10 de mayo de 1933.

Por favor, los zutabes los salvamos porque hay que ser pluralistas y al marqués de Sade, también, por mor de la libertad progresista; o sea, la de la bragueta.

Es que no hay más ciego que el que no quiere ver.

miércoles, 11 de julio de 2007

¡También en el fútbol!

He de reconocerlo soy un aficionado, y mucho, al fútbol. Aunque no soy seguidor del Getafe, sino de otro club que está muy cerca y que no hay quien le iguale en éxitos deportivos a nivel mundial, este modesto equipo era objeto mis simpatías.

Ayer cuando veía el telediario nos pusieron como novedad el nuevo anuncio de este equipillo, que es en lo que se ha convertido, para atrapar abonados. Me quedé atónito.

No recomiendo a nadie visionar el anuncio televisivo tan solo comentaré que es una sencillota chocarrería sin ningún tipo de ingenio, pero he aquí lo grave, es una blasfemia explícita.

Aunque mis fuerzas de difusión son ridículas si iniciamos una red puede que se multipliquen, por ello propongo desde ya a todos mis lectores y amigos que circulemos por todos los medios (meme, e-mail, boca a boca, etc.) la propuesta de un boicot contra este club: que nadie vaya a su campo, ni que compre ni un partido de pago por visión, ni que vea ningún resumen de sus partidos, ni que se abone, y si lo ha hecho que devuelva el abono, hasta que el club no retire el spot televisivo y pida disculpas por el mismo.

¿Porqué el señor Torres, presidente a la sazón de este club y responsable último del adefesio, no ha propuesto basar la publicidad en una historia sórdida en la que la protagonista fuera su señora madre? Sería novedoso e impactante, ¿verdad?. Todo el mundo hablaría de ello. El efecto llamada sería impredecible. Pero no, ¡claro!, hay cosas que ofenden. Que nadie culpe exclusivamente a la agencia de publicidad, que también tiene la suya, porque el responsable es el presidente y si la historia versara sobre su progenitora ya lo hubiera evitado, ¿no?. Pues eso, aplícate el cuento, ¡imbécil!

Advierto no soy muy partidario de las defensas organizadas ni de los lobbys por parte de los católicos porque ya tenemos quien nos protege. Sin embargo, la blasfemia exige nuestra santa ira.

martes, 10 de julio de 2007

Efectivamente: Europa está perdida

Nuestro compañero “bloggero” Es Justo y Necesario dice que Europa está perdida mostrando un anuncio de una televisión extranjera muy interesante.

Me ha parecido curioso la cantidad de comentarios negativos que ha recibido a cuenta de esta opinión calificándolo de exagerado o rebatiéndole el fondo de su anotación.

Personalmente digo que tiene toda la razón: Europa está perdida, evidentemente este spot no es la prueba del delito, pero sí un detalle sintomático muy significativo y del que se pueden desprender varias conclusiones.

Para empezar el anuncio deja entrever que se trata de un padre separado, pues bien, lo primero que ese niño malcriado necesita es que los padres se reconcilien y lo eduquen como Dios manda.

Segundo, que tras recuperar su vida conyugal no usen jamás los anticonceptivos, todo lo contrario al mensaje del anuncio y a lo que, me juego los dientes, esta hipotética pareja hacía y que es una de la causas del tristemente extendido fracaso matrimonial. No hay peor veneno para la vida de los esposos que cerrar su corazón a la llegada de los nuevos hijos que Dios les quiere regalar. De esta forma le darán a este niño malencarado hermanos lo cual contribuirá más que ninguna otra cosa a la buena educación del chaval.

Por último, y creo que lo más importante, este chico necesita urgentemente dos tortas bien dadas. Perdonen la autocita pero ya comenté en su día lo de Niño mimado niño estropeado que creo viene al pelo.

Estoy convencido que la mayor parte de los europeos están no solo disconformes sino absolutamente en contra de la tres cosas que he dicho y ¡mira que son básicas!. He ahí que Europa está perdida.

Por último, matizo para los mediocres a los que hay que explicarles todo, que por supuesto de un mero anuncio no se pueden inferir necesariamente todo lo dicho, pero creo que este spot es un paradigma de la situación actual y es perfectamente válido para construir esta conjetura que a ver si sirve de acicate a nuestros semejantes.

viernes, 6 de julio de 2007

Abortar para evitar abortar

Es realmente formidable ver los artilugios lingüísticos que montan los defensores del pensamiento único para imponer, aunque sea artera y subrepticiamente, pero a la postre, imponer, sus fundamentos.

Dice el portal Terra en su sección de Ciencia que el uso de la 'píldora del día después' podría reducir en un 70% los abortos. ¡Y se quedan tan anchos!.

La píldora del día después, como su nombre tácitamente indica, es abortiva. Por favor lean este artículo de la wikipedia, espejo indubitable del pensamiento único, y me dicen. Por muchos circunloquios que da no consigue disimular - ¡y mira que lo intenta! – que el efecto de esta píldora es evitar que el embrión anide en el endometrio y en consecuencia muera. En el colmo de su razonamiento sofista rayano en lo ridículo llega a afirmar que como no mata al embrión sino que tan solo impide su implantación eso no es técnicamente un aborto. Esto es como si en un juicio por homicidio contra un secuestrador que encerró a su víctima en una ergástula privándola de comida y bebida, el abogado arguyera que su defendido no la mató sino que las circunstancias adversas fueron la causa de que aquel desdichado falleciera cocido por el ardor de la sed y por la deshidratación a los pocos días.

Todos las demás explicaciones son jácaras o interesante base científica si se interpreta con recta conciencia. Corolario: la píldora del día después aborta si quien la toma quedó embarazada el día antes, de lo contrario o no pasa nada o como mucho servirá de anticonceptivo para el día siguiente, pero esta no es su finalidad, porque para el día siguiente y sucesivos ya está la famosa píldora a secas, esta se ha concebido para el día después; esto es, para abortar.

En conclusión, se propone un método abortivo más disimulado para tratar de evitar el aborto franco. Es el súmmum del refinamiento en la defensa de este abyecto crimen. Mostrar una especie de preocupación por la proliferación del aborto cuando lo que se pretende es acrecentarlo. Es un intento de hacerlo como más suave, algo así como la tónica ligth.

Por supuesto, no hay más que ver el mencionado artículo del portal propiedad de la empresa Telefónica, para advertir que detrás de todo esto se encuentra la vieja pretensión de generalizar el aborto y la anticoncepción en la juventud y la adolescencia.

Por último, recomiendo leer La carga de la prueba del blog El Forajido y Mr. Bean y el centro-reformista: Destruyamos el PP para ahondar en la realidad particular de España y de como el PP NO ES UNA ALTERNATIVA. Bien es verdad que ZP se lo curra para que les votemos.

miércoles, 4 de julio de 2007

Algún comentario cinematográfico: de Apocalypto a Crash

Pido disculpas por el tiempo que llevo sin escribir en la bitácora pero me ha sido realmente imposible. Entre los viajes por motivos de trabajo y el resto de mis ocupaciones el lapso que dedico a mantener este blog ha quedado pulverizado. No obstante como mi compromiso con él es decidido: aquí estoy de nuevo.

Afortunadamente los vuelos te permiten hacer algunas cosas, como ver películas, que lamentablemente en mi día a día no tengo mucha ocasión de hacer.

La verdad es que hubo dos que me gustaron, no tanto por su calidad cinematográfica, que ambas la tienen – aunque no seré tan pedante de creerme con capacidad de hacer un análisis técnico en la materia pues mi impericia quedaría notoria –, sino por lo que me hicieron reflexionar. Se trata de Crash de Paul Haggis (director y guionista) ganadora de tres Oscars (entre ellos el de mejor película) y de Apocalypto de Mel Gibson (director y guionista también). Una realizada desde una autoría progre y la otra por un retro. A pesar de ser una bisoñada diré que en las dos obras el ritmo narrativo es trepidante y la fotografía se ajusta perfectamente a lo que se pretende transmitir. Posiblemente la de Gibson tenga una impacto visual y una capacidad de transmitir lo que sienten los personajes, fundamentalmente el miedo, que yo calificaría - nunca mejor dicho - de salvaje. Este autor domina a la perfección la esencia genuina del cine que no es otra que el lenguaje visual.

Quiero advertir previamente que mis expectativas al sentarme a ver el siguiente largometraje de don Mel tras La Pasión de Cristo eran prácticamente imposibles de satisfacer. La Pasión es más que una mera película. Para mí, es el único filme de temática religiosa realizado con fe y no solo con sentimentalismo o admiración. Además, para mí, insisto, también es la única película, que recuerde, confeccionada bajo una visión católica y no protestante o judía que es lo que domina Hollywood y que por supuesto respeto, valoro y considero pero no me colma.

Voy al grano: Apocalypto nos muestra una sociedad precristiana y Crash otra postcristiana. En los dos casos existen muchos elementos comunes pero todos ellos tienen la misma causa: la ausencia de Cristo.

Al igual que hizo en La Pasión, Apocalypto comienza con una frase que sintetiza la moraleja de lo que vamos a presenciar. En aquella, con un texto procedente del cuarto canto del siervo de Yahveh de Isaías, nos advertía que toda la atroz tortura sobre un solo hombre, de la que íbamos a ser testigos durante la proyección, tenía como fin el curarnos a nosotros, los seres humanos, de los incontables males que hemos cometido en toda la historia. Que ese hombre iba a pagar injusta y gratuitamente la nota de cargo que nuestras culpas habían acumulado. Y como aquel hombre resulta que también es Dios nos aclaraba la causa de toda esta obra de salvación de la humanidad y que nos otra que el incondicional amor de Dios a todos nosotros. Por su parte, la película que nos ocupa comienza con una cita del historiador y filósofo norteamericano Will Durant: "Una civilización no es conquistada desde fuera hasta que se destruye ella misma desde dentro" que ilustra claramente lo que viene a continuación.

El director pretende transmitir sin rubor los evidentes beneficios y méritos de la egregia epopeya que supuso la evangelización española del Nuevo Mundo pero habida cuenta de la irrespirable atmósfera anticristiana que padecemos que tiene a la evangelización de América como una de sus principales fobias se niega a mostrar explícitamente su intención. Sería una tarea imposible, la prevención que tiene la masa, bien adoctrinada, frente a todo lo que represente un enaltecimiento de cualquier verdad que huela a tradicional -¡vamos, a católico! – parapetaría de plano el mensaje de la película. Entonces, en un alarde de ingenio prodigioso, le da la vuelta a la tortilla, y lo que muestra es el contraste, el negativo de lo que realmente quiere comunicar. Si no quieren ver la luz, sometámoslos a las tinieblas, para que de esta forma, anhelen lo que no tienen. Esto es exactamente lo que hace Gibson mostrar sin tapujos lo que era la vida antes de la evangelización (española, aunque esto es coyuntural, fue española). Por esta razón no hay violencia gratuita ya que esta, en la película, tiene un fin y cuanto mayor sea la crudeza – como ocurría con La Pasión – mayor es su eficacia, pues de lo que se trata es de mostrar, no de demostrar, y para eso hay que ver. Y lo que ostenta es la fealdad de la sociedad sin Cristo.

En Apocalypto, con una autenticidad histórica que va mucho más allá que los simples detalles, entramos en un mundo donde, tal y como ha ocurrido siempre, existen los poderosos y los débiles. Vemos que las personas en medio de la sombras de su ignorancia sustancial tratan de vivir moralmente en consonancia a los valores que la naturaleza y sus tradiciones les enseñan. Estos valores son fundamentalmente el amor a la vida, la familia y la tierra donde viven. Además se esfuerzan por encontrar, sin una luz clara que los guíe, el sentido trascendente de su historia a través de las fuerzas de la naturaleza, sus difuntos y sus dioses. Pero también se ve que esta búsqueda no tiene mucho éxito, dejando al hombre solo y abrumado al albur de sus limitadas potencialidades. Por otro lado, quedan patentes los frutos del pecado original, como en todas las épocas, en los odios, egoísmos, envidias, violencia y crueldad. Y cómo no, aparece la figura del poder en su concepto más esencial cuando un imperio, como el Maya, emerge con un dominio apabullante, tratando de sojuzgar a los más débiles para exhibir obscenamente su prepotencia de la forma que le es más característica: asesinando arbitrariamente como signo de ser el señor y dueño de la vidas de las personas; es decir, queriendo suplantar, con la maldad, al Creador.

Claro, mostrar esta realidad solivianta a toda esa patulea – muchos curas, no solo entre ellos sino en la primera fila – que abandera el indigenismo como una nueva cabeza de la hidra socialista con la intención de reproducir el esquema de la lucha de clases o lo que es lo mismo del odio en la sociedad, suplantando, en este caso, los capitalistas y los proletarios por los criollos y los indígenas. Para ellos es, por tanto, vital alimentar el mito de la felicidad y opulencia de aquellos imperios precolombinos. Reivindican sus costumbres y creencias como algo propio frente al cristianismo y a la cultura foránea. Ya saben que para algunos curas esto es algo bueno porque lo importante son los valores y todo ese nauseabundo rollo humanista. ¡Qué lejos de aquellos misioneros que con celo evangélico dieron su vida, en el sentido más literal, por llevar la salvación de la cruz de Cristo a esos hombres perdidos a los que amaban!

En efecto, cuando la verdad del misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo se levanta como un estandarte, su luz disipa todas esas sombras y los hombres encuentran una senda y los imperios inicuos caen abatidos. Porque todo ese tema del muticulturalismo y la inculturación en la evangelización es pura patraña. Es verdad que de todas las culturas se pueden extraer elementos positivos y como dice San Pablo no hay que despreciarlos pero el cristianismo lleva es sí una cultura y la conversión comporta, nos guste o no, el abandono taxativo de muchas costumbres por muy arraigadas y tradicionales que estas sean.

La Encarnación es un acontecimiento definitivo, impensable para el ser humano, ante el que no caben componendas pues es una envite dado por el mismo Dios que exige por tanto una respuesta. Si este misterio se cree no hace falta explicar mucho lo que he dicho. Por tanto bajo este tema ya no estamos hablando de valores evangélicos, ni de compromisos sociales, ni de mitos, ni de otras zarandajas sino de que el Único Dios se ha hecho hombre en un tiempo concreto, ha hablado, actuado y ha sido asesinado por nosotros y resucitado. Creer esto de verdad conlleva una respuesta vital y concreta.

Continuando, en la otra orilla de la historia, en los tiempos de plenitud, después de que Jesucristo haya llevado a cabo la primera parte de su obra que culminará en su segunda venida, transcurrido el periodo donde la humanidad, al menos la occidental, vivía bajo la cristiandad como consecuencia de siglos de intensa labor misional de la Iglesia, discurre la película Crash. De la América maya desconocedora del Evangelio a la América post-moderna y apostata. Mismo continente, misma situación. Bueno, matizo, la situación de ahora es peor porque no es fácilmente reversible, es la de un naufrago que tras ser rescatado decide voluntariamente lanzarse al mar porque le disgusta el barco que lo socorrió, ¿qué se podrá hacer para salvar su vida?, si la coyuntura actual no nos parece tan dramática como la de la América precolombina es tan solo porque no ha llegado al final de su recorrido.

La sociedad que aparece en Crash es la formada por individuos presos del miedo, donde cada uno es enemigo del prójimo, ahogados en el vacío existencial, hastiados de un sinsentido y un tedio vital. Eso sí protegidos por una serie de leyes políticamente correctas que no hacen sino acentuar las suspicacias y los recelos de unos contra otros. Presenciamos una muy progresista y multirracial sociedad, sueño de tantos sesudos intelectuales, donde no hay nada que les una, nada que les vertebre como comunidad, ni nada que les motive para hacer algo que llene. Tan solo existe la posibilidad de ganar dinero y de defenderse del vecino para sobrevivir. A esto se reduce la existencia a la supervivencia, como las ratas. La vida deja de ser un don precioso de Dios que Jesucristo ha rehecho para ser una condena donde hemos sido arrojados sin que nadie nos haya pedido permiso. La crueldad y el desamor es evidente y el deseo innato de amor hace que la frustración sea palmaria. También en esta, como ocurría en la otra película, los hombres caminan en la sombras ahogados por un imperio, aunque sea de leyes superdemocráticas, que los sojuzga en aras de la nada.

Viendo Crash siento que estos son solo los aullidos de un enfermo inicial cuya agonía puede ser proféticamente reflejada en Apocalypto. A eso vamos, a la vida salvaje, embarcados con esta sociedad apostata más que neo-pagana. Si tenemos en cuenta las reprimendas agoreras de los ecologistas hasta en la indumentaria se va a cumplir mi profecía.

Pero,…, como la historia la lleva Dios siempre hay otra posibilidad, desconocida, una puerta a la esperanza.

Prometo contribuir de nuevo con mayor asiduidad y con entradas un poco más cortas. Espero que mis queridos lectores me disculpen estos dos pecados cometidos.

lunes, 18 de junio de 2007

¿Qué imagen debe tener la iglesia?

Cuando se trata el tema de la imagen de alguna organización o persona tendemos a pensar que es algo superficial o frívolo. Parece, a primera vista, que lo importante es el fondo y no la forma. Sin embargo esto no es correcto. Si bien el fondo es lo principal, por supuesto, no hay que desdeñar la forma. Si me permiten la comparación, nadie haría un valioso regalo, verbigracia una joya a su esposa un día muy señalado, sin envolverlo convenientemente. Seguramente, si el regalo y la ocasión lo merecen, cuidaremos también el lugar, el entorno y el momento adecuados para dárselo. Somos seres humanos que tenemos cuerpo y alma por eso necesitamos de esencias y de formas. Tanto es así que el mismo Dios eligió para instrumentar nuestra salvación los sacramentos que son signos eficaces; es decir, a través de una forma material sensible y visible operan invisiblemente la salvación que significan. Por tanto, parece ser que nuestro Señor quiso que tanto nuestro cuerpo como nuestra alma gozasen de su gracia.

Esto lo saben muy bien las empresas que gastan fortunas en su imagen. De hecho muchas corporaciones no tienen otro producto que su marca, todo lo demás lo compran a terceros; pero su marca, que está ligada a su imagen, es su activo más valioso.

Por otro lado, no hay que olvidar, que la imagen ayuda a transmitir el mensaje que se quiere. Por tanto, conseguir una imagen bien definida, es una tarea crítica cuando se quiere comunicar algo que es desconocido al destinatario.

Por eso me sorprende, que en medio de esta civilización secularizada, la Iglesia no haga una profunda reflexión acerca de su imagen. Porque su mensaje esencial es claro e inmutable, pero la manera de mostrarlo ha de adaptarse a cada sazón. Y, me temo, que hoy en día este tema está en el aire.

Porque históricamente la pastoral y la liturgia - a diferencia de su mensaje estas sí son mutables y cambiables - que la Iglesia ha propuesto para cada momento se apoyaban y servían del arte (música, pintura, escultura y arquitectura) conformando un todo en perfecta simbiosis. De esta forma en cada época se ha dado una propuesta estética que a una sola voz irradiaba el Evangelio por múltiples medios.

Ni el románico, ni el gótico, ni siquiera el barroco – aunque este ya menos – son estilos meramente artísticos sino que son propuestas estéticas que surgieron en el seno de la Iglesia para que, mediante todas las disciplinas artísticas, se difundiera y asentara el Evangelio a las gentes. Son tres respuestas ante tres etapas históricas diferentes que responden a sendas coyunturas: Primera, la definitiva consolidación del cristianismo en la Europa bárbara amenazada por las invasiones musulmanas y condicionada por la fiebre milenarista; segunda, el auge de la cristiandad aguijoneada por las epidemias de peste negra y, tercera, el espíritu de regeneración emanado del Concilio de Trento ante el mayor cisma herético sufrido en el seno de la Iglesia que se denominó la Contrarreforma. En efecto, el Románico expresaba el sentido de peregrinación y de camino iniciatico de la vida cristiana, por esa razón existe un angosto recorrido desde el pórtico hasta el ábside. El gótico recalcaba la contemplación, obligaba a alzar los ojos al cielo con los juegos de luces coloreadas que siempre procedían de lo alto. El barroco católico, por su parte, ahondaba en los contenido dogmáticos, de ahí los retablos repletos de escenas de la vida de Jesús y los santos. Todos ellos tuvieron en las órdenes del Cluny, Císter y Jesuitas y otros, respectivamente, quien los difundiera por doquier. No quiero ni puedo hacer un tratado más profundo sobre arte teológico, pero lo que sí quiero subrayar es que con aquellos arcos, pinturas, notas y colores, que presentaban, en no pocos casos, grandes dificultades técnicas, no se pretendía hacer público los patrones de belleza de los artistas que los creaban sino que dichas obras estaban al servicio de la liturgia y la pastoral; conformando, así, la imagen de la Iglesia en esas épocas.

Hoy en día ya no es así: la pastoral y la liturgia se proponen por separado; y, el arte religioso obedece al capricho creativo de cada autor que en la mayoría de los casos o no tiene fe o es una ateo convencido. La música, la arquitectura, la pintura y la escultura ya no están en armonía, sirviéndose unas a otras humildemente para hilvanar una sinfonía que canta la pastoral y ensalza la liturgia.

Ante esta realidad, ¿qué propuesta estética debe buscar la Iglesia?. Es acaso la figura de señores cariacontecidos y señoras tocadas de velos negros y sujetando velas blancas. O, tal vez, jóvenes curas sin ropas eclesiásticas bailando al son de un grupo de horteras tocando música pop – por llamar de alguna manera a ese remedo estrambótico, cursi y esperpéntico de la música moderna que se oye en algunos de nuestros templos -. Me temo que no.

Pienso que habrá que bucear en los orígenes de la Iglesia para encontrar un contexto histórico similar al nuestro; es decir, el mundo pagano. Solo de esta modo descubriremos cuál fue su manera de mostrar la belleza de Dios en virtud de la cual de la nada la luz del Evangelio se irradió al mundo entero. De esta forma, siguiendo el consejo de su santidad el papa Benedicto XVI, surgirá el talento de encontrar las formas nuevas y originales de evangelizar.

miércoles, 13 de junio de 2007

Que los curas trabajen como San Pablo

Me ha gustado la declaración de uno de los líderes de los llamados nuevos movimientos eclesiales respecto al clero. Según este señor se necesita un nuevo clero que sea “humilde, santo y misionero”.

La verdad es que me he quedado pasmado por la clarividencia de tal afirmación. No se puede sintetizar mejor lo que precisa la Iglesia para estos tiempos de anticristianismo furibundo.

Miren las grandes crisis de la Iglesia en el fondo no son más que crisis de su clero y si se fijan las mayores iniciativas de renovación que el Espíritu Santo ha llevado a cabo en ella han tenido a este como su objetivo principal. ¡Cuántos santos han sido llamados a reformar o refundar sus diócesis, órdenes o incluso la curia!.

Oír este trío de calificativos de humildes, santos y misioneros contrasta con la realidad de la mayor parte de nuestro clero. Si exceptuamos los países donde la Iglesia está perseguida o es muy minoritaria y algunos otros honrosos casos en nuestras sociedades, el trío de calificativos que mejor se adapta a nuestro presbiterado es de iracundos, panzudos y comodones; ¡ah!, y de una mediocridad formativa y espiritual que espanta. Créanme tras ir a misa a más de una parroquia y escuchar la homilía uno se pregunta: ¿es qué el obispo no va a proteger a sus fieles del grave peligro para su fe que representa ese cura? Al menos yo le exijo para mí asilo y protección de sus garras.

Porque hoy en día en que todos trabajamos cada vez más y vivimos cada vez más lejos, cuando llegamos bien tarde a casa encontraremos algún comercio abierto donde avituallarnos, alguna farmacia o médico de guardia por si acaso y también, como no, zonas de diversión disponibles; encontraremos de casi todo excepto un banco (pero con Internet casi lo solucionamos), un funcionario o un cura disponible. Traten de ir a rezar al santísimo después de trabajar, o quedarse a rezar en una iglesia después de la última misa o de poder confesarse (en algunas iglesias por las mañanitas y durante las misas), y no digamos ya encontrar un lugar donde escuchar una predicación para instruir a una, cada vez más carente de la debida formación católica, grey cristiana. Nada, los curas están cansaditos de todo un día sin hacer absolutamente nada. Me gustaría saber si al menos ellos han hecho esas prácticas de piedad. Porque cuando abren sus bocas no lo parece: homilías donde se habla de multitud de chorradas de las que no tienen ni la menor idea pero en las que ni se nombra a Dios.

Como pueden ver El Último también es revolucionario. Por ello voy a hacer una propuesta revolucionaria. En vez de pensar en el celibato de los curas que no solo es muy santo sino que harto recomendable para su misión propongamos otra cosilla. Porque no les quitamos el sueldo y les pedimos que se busquen trabajo como todo el mundo. ¿No estamos en una sociedad pagana?, pues que hagan como San Pablo que era curtidor de pieles y hacedor de tiendas de campaña de piel de cabra. Que trabajen, verás como no están tan ociosos y entonces encontrarán tiempo para la piedad y para vivir en santidad. Creo que aumentaríamos mucho la calidad de nuestro clero con esta medida. Me parece contraproducente la ociosidad de muchos de ellos. Estoy seguro que de esta forma si no llegan a este trío de calificativos maravillosos al menos estarán mucho más disponibles. No falla, cuanto menos hace uno menos quiere hacer y cuánto más hace menos le cuesta hacer más.

viernes, 8 de junio de 2007

La parroquia roja y el falso teólogo

Me cansa hablar de la parroquia roja esa y me hastía sobremanera la grotesca bufa del dúo trágicómico compuesto por el histrión Bono y el concejal de nuevo cuño cuyo bagaje curricular (nunca mejor dicho) es tan breve que podría detallar en dos reglones pero que el pudor y el respeto a mis lectores me impide hacerlo. Así que de este tema: callaré.

Sin embargo, ver que el fraudulento teólogo brasileño Leonardo Boff visita esa iglesia para ahondar en sus últimas necias tesis expelidas tras el viaje del Papa a sus país, me anima a glosarlas concisamente.

Dice este impostor que hay dos modelos de catolicismo; a saber, el devocional y el compromiso ético. También loa la proeza de los apóstoles por abandonar el suelo cultural judío de Jesús para arriesgarse a asumir nuevas culturas.

Toda su argumentación es errónea porque el catolicismo, mejor dicho el cristianismo, nada tiene que ver con lo que dice. El cristianismo es el encuentro con una persona y de ese encuentro, como una consecuencia necesaria y poco dependiente de la buena voluntad del individuo, se deriva un cambio moral y, por tanto, un posicionamiento ético frente al prójimo y la sociedad. Esa persona es Jesucristo resucitado, el cual no es un conjunto de valores, ni un ideal, ni una concepción del mundo, ni siquiera una nueva forma de entender el compromiso ético social - ¡vaya chorradas que cavilan estos vagos profesionales! – sino que Él es una persona. Por tanto, si no hay un trato familiar con Él, no hay cristianismo. Y esa íntima relación se da en la oración, la Palabra y los sacramentos. Además esta persona tiene una cultura concreta porque es un hombre aunque también es Dios. Cristo, como hombre, era judío y no puede uno relacionarse, ni querer a alguien, sin conocerlo tal cual es. Asi pues, no solo no hay que desdeñar el suelo cultural judío para asumir nuevas culturas sino que, yo afirmo, que el cristianismo, si bien se puede alimentar de elementos buenos de otras culturas, trae la suya propia y que la conversión exije el cambio de muchas de las tradiciones sempiternas incluso el abandono completo de un acervo. Y, por cierto, esta cultura cristiana hunde sus raices en el suelo judío.

Concluyendo no hay tal dicotomía, ya que, siguiendo su terminología – que no me gusta porque es incompleta y simplista – ambos modelos están unidos y no se pueden separar. De la devoción o la piedad; es decir, de la amistad con Cristo, surge el compromiso ético y si este no aparece es que la primera condición fue ilusión quimérica. ¡Ah!, pero quiero aclarar, ese compromiso ético ni mucho menos se restringe al tema social y desde luego no te hace un rojillo cutre y progre – que es lo que este fracasado franciscano pretende – sino que este cambio moral comporta primordialmente el amor al prójimo (a los pobres y a los ricos, a los buenos y a los malos), respeto a la vida y alegría.

¡Cuánta humildad y amor a la Iglesia requiere un teólogo!. Virtudes de las que notoriamente carece este frustrado religioso. Más vale que reflexione, agache la cabeza y reconozca que su inteligencia le ha jugado una mala pasada ya que ha sido el humus donde ha germinado la soberbia.

Es tristísimo reducir el cristianismo a un sistema de valores. Salvando las distancias, sería como considerar que yo soy mi bitácora y, créanme, soy mucho más.

martes, 5 de junio de 2007

Mamá: ¡Me aburro!

«Pues cómprate un burro», suele contestar mi mujer cuando uno de nuestros hijos nos aguijonea con tan manida protesta.

Es propio de adolescentes y niños carecer de la capacidad para convivir con la experiencia del aburrimiento. Porque una de las características propias de la madurez es precisamente la virtud de la fortaleza que permite al sujeto soportar sin desesperar experiencias no gratas. En mi caso, si me permiten el comentario, no se si por exceso o defecto de sazón, añoro, en no pocos momentos, volver a sentir tedio. Cuando me preguntan: «¿qué plan tienes para tus vacaciones?», siempre contesto: «aburrirme». Pero, no lo consigo.

El asunto es que cada vez se oyen a personas de más avanzada edad física mascullar esa misma queja lastimera. A veces en el trabajo, cambian de puesto y al poco tiempo: igual. En el noviazgo: ¡Claro!, viven con los papás; por supuesto, tienen sus buenos sueldos, salen, van al cine, a cenar, disco y a disfrutar juntos e, incluso, los papás les preparan la cama para los fines de semana – ¡habría que mandar a galeras a algunos padres! –. El resultado es que tras varios meses o años de convivencia, sin la más mínima responsabilidad ni compromiso, están hastiados. En los estudios es permanente esta querella. ¡Ni qué decir tiene en la relación con los padres!; sin embargo, con los abuelos: no. Porque cuando no son útiles se mandan al basurero – perdón, residencias de lujo – y santas pascuas. ¡Ah!, se me olvidaba: en el matrimonio….para qué hablar; esto si que es profundamente triste y preocupante.

Miren el secreto de la felicidad está en amar no en ser amado - cuando he contado esto a algún cercano que pretendía divorciarse se ha quedado con los ojos a cuadros -. Que sí, que en ser amado no hay ninguna realización, que solo se encuentra la verdadera y plena satisfacción en amar sin esperar nada a cambio. Y claro, como hemos quitado de la vida a Dios y a toda referencia ética, solo esperamos obtener algo de placer. Esta es la trampa vital de una existencia fuera de la fe. Conclusión todo aburre, incluso lo más bonito de la vida.

Además, hay otra cosa muy importante, ¿quién ha dicho que no hay que aburrirse en algunos momentos?. Amarse dos personas comporta el saber aburrirse juntos. Amar un trabajo es convivir con la rutina. El hombre adulto sabe superar e incluso utilizar para su bien y el de los demás el aburrimiento y el resto de las contrariedades que le sobrevengan. No obstante, si aman mucho no van a tener tiempo de aburrirse. Todavía no conozco ninguna monja de clausura, familia numerosa, misionero atendiendo pobres o profesional serio que disponga de tan preciado bien: tiempo para aburrirse.

viernes, 1 de junio de 2007

Fe y Razón

El comentario que me hace “el biólogo” a mi anterior entrada "Matar clavando unas tijeras en el cráneo" me ha llevado escribir esta.

Primero de todo quisiera pedir sinceras disculpas a él y a cualquier persona que haya malinterpretado mi ironía como un desprecio a la apasionante ciencia biológica. Lo que pasa es que uno, que también sabe algo del tema, se harta de esa gente que porque haya aprendido cuatro cosillas se permite el lujo de desdeñar como ignorancia cualquier argumentación que no esté basada en la muy limitada ciencia positiva.

Fe y Razón – sugiero, por cierto, la lectura de la encíclica homónima de Juan Pablo II -, no solo no se contradicen sino que deben apoyarse mutuamente en un buen cristiano. En efecto, la razón sin la fe está enferma y acaba generando monstruos – como Goya -; pero, la fe sin la razón también es incorrecta derivando en el fideismo que puede ser peligrosísimo. Leyendo a Santo Tomás se tiene muy claro este tema ya que Dios no ha creado un mundo ininteligible sino que ha dado a los seres necesarios autonomía y consistencia. Siempre en la Iglesia se ha dicho que el alma, para volar hasta Dios, necesita de dos alas y que si una de ellas falla tendrá muchas dificultades para hacerlo. Esta son la fe y la razón.

Lo que pasa es que la razón no se basa exclusivamente en la ciencia positiva; si bien es verdad que esta es necesaria y constitutiva de aquella no es la única fuente del conocimiento intelectual humano. De lo contrario podríamos caer en el cientifismo que es siempre una manipulación de la Filosofía como Ciencia sustituyéndola por una corriente filosófica particular que es el materialismo. Desde luego la ciencia puede describir o ayudar a ratificar que es cada ser, pero este precede a su descripción, descubrimiento e incluso a su existencia y nadie desde un postulado meramente cientifista puede tratar los grandes temas morales. Verbigracia: calificar de conjunto de células a un embrión o a un feto es una majadería cientifista. Para saber lo que es un embrión es necesario, desde luego, conocer científicamente el objeto a tratar, pero no es suficiente, deberemos manejar conceptos filosóficos y morales como los de persona o los fundamentos de los derechos. En efecto, con la razón se puede llegar al conocimiento de parte de la Verdad pero usando esta en su conjunto y no absolutizando el método positivo. El camino de la verdad es complejo y exige de humildad y de un gran deseo sincero de alcanzarla.

Por otro lado, tampoco desde una fe desprovista de conocimiento racional y científico se puede hablar de las grandes cuestiones sin peligro de caer en el error. Por tanto descarto que una autoridad religiosa se arrogue el derecho de proclamar como verdad cualquier extravagancia irracional. Esto sería admitir que por la fe se puedan concluir cosas contrarias a la razón. Es cierto que la fe supera a la razón y, por tanto, puede llevarnos a postulados y a acciones que la sobrepasen pero nunca que la contradigan.

Fe y razón deben conducirse metodológicamente por caminos autónomos pero nunca llegarán a conclusiones contradictorias puesto que son dos vías provistas por el Creador que ha dotado a nuestra alma de capacidad de conocimiento tanto intelectual como espiritual y el objeto del conocimiento es único: la Verdad. En esta singladura encontraremos dificultades e inconsistencias pero que con esfuerzo y humildad se han de superar, evaluando en cada ocasión si es la razón la que ha fallado o son nuestros pecados los que han empañado los ojos de la fe.

Concluyendo la razón es amplia y no se circunscribe a la ciencia positiva pero precisa de la fe, al igual que esta de aquella, para conducir al hombre al conocimiento de la Verdad.

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