viernes, 13 de julio de 2007

El escrutinio de los libros sin barbero y sin cura

La quema de libros durante el Tercer Reich se considera como uno de los hitos del totalitarismo nazi. Pues bien, muchos venimos sosteniendo que todo este mundo llamado democrático camina a marchas agigantadas hacia el totalitarismo, hacia la dictadura del relativismo; es decir, para ser más precisos, hacia un nuevo orden basado en el trípode: relativismo, hedonismo y materialismo donde no cabe la persona y cuyo exponente más propio, consecuencia necesaria de esa tripleta, es la cultura de la muerte. O lo que es lo mismo ha abandonado la senda de Dios para avanzar por el camino de los demonios. En efecto, tras esta fachada democrática que no hace sino narcotizar nuestras entendederas, la democracia es el opio del pueblo, podríamos decir, se esconde una peligrosísima tendencia que a veces muestra bien a las claras sus taimadas intenciones poniendo de manifiesto su naturaleza tiránica. Resulta que ahora en Inglaterra – si esto hacen en un país medio lúcido, ¡qué nos deparará la insensata España! – pretenden censurar por poner de relieve estereotipos racistas algunos capítulos del famoso cómic de Tintín. ¡Manda huevos! – que diría el clásico -.

No, si ahora resulta que nuestros cerebros han sido intoxicados desde niños, ¡y el de tantas generaciones anteriores también!, por la lectura de este ignominiosísimo libelo. Este Hergé merecería un castigo, ¡qué pena que esté muerto!.

Pero,…¡oye tú!, si vamos a censurar a los que escriben de estereotipos raciales, porqué no también a los que son misóginos u homófonos o a los clasistas, etc. Nada, nos hemos cargado, al menos en España, la mayor parte de los libros, empezando por los de Cervantes y Quevedo y terminando en los de Jardiel Poncela y Cela – me ha salido un pareado -. Y del resto del mundo nos cargamos la mitad, como poco.

¡A quemar los libros en pos de la democracia y de lo políticamente correcto! Volvemos al 10 de mayo de 1933.

Por favor, los zutabes los salvamos porque hay que ser pluralistas y al marqués de Sade, también, por mor de la libertad progresista; o sea, la de la bragueta.

Es que no hay más ciego que el que no quiere ver.

1 comentario:

ECM dijo...

Que no te sorprenda, las cosas están cambiando en el mundo y nuestra conciencia moral hacia la discriminación está creciendo positivamente.

Tal vez en algún momento tengamos que etiquetar a la Biblia con una leyenda que diga algo como "Este libro contiene barbaridades escritas hace 2000 años. Léase con precaución".

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