viernes, 23 de noviembre de 2007

Yo soy objetor de conciencia contra la EpC

Desde hace algo más de un mes mi mujer y yo somos objetores de conciencia contra la ya archiconocida asignatura Educación para la Ciudadanía (EpC).

Para los lectores de fuera de España – que aclaro no son pocos – reseño que se trata de una disciplina que el gobierno socialista de este país ha decidido implantar, aparentemente tal y como se hace en otras naciones del entorno, solo que, a diferencia de lo que ocurre en esos países, el contenido de la susodicha asignatura no es una simple exposición de los principios constitucionales o la descripción del funcionamiento del estado o la divulgación de los comportamientos cívicos a secas, con lo cual estaríamos desinteresadamente conformes, sino que es profundamente ideológico, tratando de adoctrinar a nuestros hijos, mezclado entre otras cosas que sí son inocuas, la concepción humana bajo la ideología de género, el relativismo, la crítica a lo genuinamente religioso y la abyecta visión sexual de los progres.

Resulta que en el proceso de enterarnos cómo hacer esta objeción hemos oído toda una serie de argumentos que apuntaban a no dar el paso desde los ambientes más críticos a ese remedo de asignatura - ¡qué no se dirá desde los otros sectores! – los cuales me gustaría denunciar por su error o pusilanimidad.

Para empezar la gente teme que en el historial académico de sus hijos quede impreso de por vida un borrón y esto es demasiado para tan caritativos padres. Además los residentes de las comunidades autónomas donde la implantación de la perniciosa materia se retrasará hasta el próximo curso, como es el caso de la de Madrid, donde vivo, piensan que es mejor plantearse este tema cuando el problema lo tengamos encima y así, con un poquito de suerte, este toro nunca llega y que otro lo lidie. Por último, en el colmo de la cobardía y también de la hipocresía, bajo mi modesto punto de vista, los más fervientes y piadosos de todos dicen: como nosotros ya llevamos a nuestros hijos a colegios religiosos ya se encargará el centro de adaptar la asignatura. No se crean que esto lo dicen con indolencia pues les consta que realmente será así; en efecto, estos colegios, lamentablemente son pocos entre los de ideario católico, harán que la asignatura se imparta de acuerdo a la mayor de las purezas doctrinales. Entre estos últimos se encuentran conocidísimos y catolicísimos sectores.

Todas están razones se caen ante una de mayor peso y es que no podemos quedarnos de brazos cruzados ante el mal que se nos viene encima a todos. Claro que hay riesgos, pero el peligro que nos cierne los demanda. Y lo más grave, los privilegiados, por la zona de residencia o por la capacidad económica de llevar a los hijos a aquellos colegios que responden a un ideario sano, no podemos mirar para otro lado medrosamente dejando que se esté metiendo en los cerebros de los niños, posiblemente de aquellas familias más débiles y desprotegidas por ser más pobres sin que cuenten con nuestra ayuda y solidaridad, este detrito ideológico. Para eso está la objeción para inundar de una ingente multitud de papelitos de estos a nuestros gobernantes y, también, a la insípida oposición, mostrando así cuál es nuestra postura y que no vamos a permitir sin luchar que traten de subvertir a nuestros hijos. Eso es algo a lo que son sensibles, pues piensan en número de votos. No vale pues decir que yo no vivo en Extremadura o que mis hijos van a este u otro colegio, ya que hay chicos a los que se les está obligando a cursar la EpC sin que sus padres encuentren los apoyos para evitarlo.

Para terminar quisiera felicitar al Foro Español de la Familia por la denodada y desinteresada labor que están haciendo para defendernos de este ponzoñoso bodrio. De igual forma incluyo un enlace donde se indica cómo objetar http://www.objetamos.com/.

lunes, 19 de noviembre de 2007

¡Qué escándalo!

- ¿Sabes lo que ha dicho Watson, del dúo Watson & Crick, descubridores del ADN? – comenta uno de los compañeros de trabajo con los que compartía la mesa del almuerzo.

- No – respondo con sinceridad -.

- Dice que lo negros son menos inteligentes.

- ¡Ah!

- ¡Y se queda tan fresco!

- Ya ves – traté de concluir un tema que me aburría.

- Pero,…, hay más.

- No me digas – respondí cansinamente.

- Lo peor es que ha dicho que si supiera que iba a tener un hijo homosexual lo abortaría. ¡Es escandaloso!

Esta apostilla puso mis nervios de punta y le espeté con la mayor vehemencia que mi educación y la ocasión me permitían:

- Pues a mí no solo no me escandaliza sino que lo comprendo perfectamente.

El asombro en la mesa se palpaba a la legua.

- Sí – dije – no me miréis con esa cara. A mí lo que de verdad me escandaliza no es que se declare esto u otra cosa similar, lo que realmente me repugna hasta la náusea es que se hagan abortos con vuestro beneplácito e impuestos a niños inocentes. O sea que si se demuestra que un no nacido tendrá tendencias homosexuales es un escándalo abortarle pero si se descubre - mejor dicho, se supone con todas las reservas que se ha descubierto - que tendrá síndrome de Down tras una amniocentesis no pasa nada. ¡Eh!, os escandalizáis de un mero comentario porque se habla de gente con tendencias no naturales y os importa un pepino que sí se ejecutan en la práctica asesinatos de muchos otros niños inocentes.

El tema es tremendo. Ya lo ven. Se trata de un conflicto de intereses progres. Entre el pretendido derecho al aborto, que por mucho que lo exijan o lo aprueben nunca será un derecho porque el asesinato por muy legal que lo sea siempre será un vil crimen, y la discriminación positiva de personas que son susceptibles de pertenecer al grupo de presión gay – el más beligerante y peligroso que existe-, el resultado parece claro: ante esta tesitura parece que gana la opción segunda. ¿Curioso verdad?. La madre tiene el derecho a decidir sobre la vida de su hijo y nadie le tiene que imponer nada; ¡ah!, pero si se demuestra que el niño que le viene será cacorro, la cosa cambia.

Pues a lo mejor hemos encontrado una forma de sensibilizar a esta sociedad sobre el nefando crimen al que se le ha dado carta de naturaleza. Digamos que ante la posibilidad de que esas criaturas no nacidas pudieran tener tendencias homosexuales habría que darles la oportunidad de vivir. Ya conocemos otra pieza de la escala de valores de los progres: los derechos de los homosexuales son superiores a los derechos humanos. Por algo a mí nunca me gustó eso de los derechos humanos, siempre pensé que mis seres queridos conseguirían mayor seguridad si me dedicaba a defender los derechos de Dios.

lunes, 12 de noviembre de 2007

No hay nada después

El otro día, tras asistir al funeral de un familiar, una compañera de trabajo me dijo, tal y como reza en el título, que ella pensaba que no hay nada después, que todo termina en la tumba y, para concluir, trató de agasajarme con la conocida sentencia de «¡qué envidia!, si yo pudiera tener tu fe…». Por mi parte le contesté sin pestañear: «¿quieres tenerla?, porque yo te digo cómo». Se quedó patidifusa.

Si todo se acaba en esta vida, si la muerte es el inexorable final, ante la repugnancia por el macabro sarcasmo que la existencia supondría, me inclino a comprender perfectamente el mundo en que vivimos. Desde esa óptica el aborto, la eutanasia y el divorcio – la maldita triada de la cultura de la muerte – son de una lógica aplastante; amen del abandono de los viejos, la promiscuidad, la falta de honradez, la avaricia, el hedonismo y un largo etcétera.

Pero no, los católicos creemos en la vida eterna. Bueno, esto es incompleto, porque también lo creen las religiones e incluso aquellos que impostoramente se autodenominan cristianos como los progres y los retros. Lo que distintivamente creemos los católicos no es solo en la vida perdurable, que también, sino en la resurrección de la carne y, hete aquí algo que olvidan muchos, en el juicio, infierno o gloria.

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