lunes, 12 de noviembre de 2007

No hay nada después

El otro día, tras asistir al funeral de un familiar, una compañera de trabajo me dijo, tal y como reza en el título, que ella pensaba que no hay nada después, que todo termina en la tumba y, para concluir, trató de agasajarme con la conocida sentencia de «¡qué envidia!, si yo pudiera tener tu fe…». Por mi parte le contesté sin pestañear: «¿quieres tenerla?, porque yo te digo cómo». Se quedó patidifusa.

Si todo se acaba en esta vida, si la muerte es el inexorable final, ante la repugnancia por el macabro sarcasmo que la existencia supondría, me inclino a comprender perfectamente el mundo en que vivimos. Desde esa óptica el aborto, la eutanasia y el divorcio – la maldita triada de la cultura de la muerte – son de una lógica aplastante; amen del abandono de los viejos, la promiscuidad, la falta de honradez, la avaricia, el hedonismo y un largo etcétera.

Pero no, los católicos creemos en la vida eterna. Bueno, esto es incompleto, porque también lo creen las religiones e incluso aquellos que impostoramente se autodenominan cristianos como los progres y los retros. Lo que distintivamente creemos los católicos no es solo en la vida perdurable, que también, sino en la resurrección de la carne y, hete aquí algo que olvidan muchos, en el juicio, infierno o gloria.

1 comentario:

Crispal dijo...

Perdida la religión y la fe todo es justificable, incluso que "el fin justifica los medios", la mayor mentira que existe en el mundo. Pero la gente no quiere creer, prefieren vivir el día a día sin plantearse nada más. Porque el que busca encuentra. El que no busca nunca sale de sí mismo.

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