miércoles, 30 de septiembre de 2009

No me gustan las razones de los que están contra el aborto

Todavía recuerdo con regusto amargo el día que asistí con mi familia a la última gran manifestación en defensa de la vida en la plaza Neptuno de Madrid. En ella se repitió el famoso argumento de que las mujeres eran las primeras víctimas del aborto.

Estos días vuelvo a oír algo parecido; a saber, que la píldora llamada del día después es un chute de hormonas con efectos no predecibles sobre las jóvenes que las consuman y que además por la juventud de su potencial clientela es muy probable que la consuman más de la cuenta. En consecuencia, deberían ser administradas bajo prescripción médica.

Que estos argumentos sean defendidos por la derecha, no me extraña, ya que no tienen ninguna convicción ni ideal - hablo del PP y aledaños – pero que esto venga de católicos pertenecientes a los sectores más ortodoxos de la Iglesia, me pasma.

Una vez más las cosas se confunden. La píldora del día después es un invento maligno porque se trata de un arma química para matar, para abortar: o ha habido fecundación y su efecto es la muerte del nuevo ser humano evitando que el embrión anide o no hace nada; bueno, provocar alguna anomalía con la ovulación. Es como una macabra ruleta: hay niño, lo mato; no hay, buena suerte, para el niño, claro. Es como si cojo una pistola y disparo a ciegas en el aula de un colegio.

Yendo al tema, las mujeres que practican el aborto no son las víctimas sino las principales culpables de un asesinato. Son más culpables que los médicos, la sociedad y sus conocidos. Más culpables porque son las que deciden, las que previamente demandan este falso derecho y peor de todo porque asesinan no a un desconocido sin a su propio hijo. Ahora si las consideramos víctimas porque sufren las consecuencias de un pecado mortal que las mata el alma y las acerca a la locura, estoy de acuerdo. Pero lo mismo podríamos decir de los violadores, lo que han asesinado a su esposa y un largo etcétera. Todos ellos sufren las consecuencias de sus pecados, tanto que algunos no lo soportan y se suicidan. En este sentido son víctimas, dignas de lástima y de nuestra compasión. Sin embargo, nadie dice que son víctimas, son culpables.

Por supuesto que reconozco que existen mujeres que son forzadas, en mayor o menor medida, a perpetrar un aborto, como lo podemos también admitir de cualquier otra persona, hombre y mujer, que cometa otra tropelía porque su voluntad ha sido violentada. En función de las circunstancias existen, en mayor o menor grado, atenuantes.

Para terminar apuntaré que mientras los defensores del aborto, casi siempre desde los sectores de la izquierda, preguntan asiduamente a los detractores del aborto que aporten soluciones a la cantidad de abortos que se producen al año, estos últimos, mojigatos ellos, suelen recomendar las subvenciones – ¡siempre a por el dinero ajeno! – a las organizaciones de defensa de las madres solteras, etc. Es ridículo. Yo propongo algo nuevo: lo mismo que están haciendo con la “violencia de género” – uso el término entrecomillado aposta, pero esto es para otro día -, recrudecer las penas de cárcel para los culpables (en este caso no sería recrudecer sino restablecer), empezando por las más culpables.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigue así

Anónimo dijo...

Buena entrada

Anónimo dijo...

Hola, eres Noel del colegio Divino Corazon????

El Último dijo...

Anónimo:

No soy Noel del Divino Corazón. Me alegra que haya más personas con similar visión.

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