jueves, 26 de abril de 2007

Eso, eso: ¿a quién votar?

La reflexión del Embajador del Infierno en su más que recomendable blog al respecto de mi pregunta sobre a quién debemos votar los católicos me hace pensar de nuevo.

He de confesar que fluctúo irremediablemente entre la posición que defiende él y la del mal menor. A favor de la primera hay una razón impecable que es la coherencia; de la segunda, por contra, la búsqueda de una ralentización, ya que la atenuación parece quimera, de este proceso inexorable hacia el derrumbe de la llamada civilización judeo-cristiana.

Es algo sobre lo que he cavilado largamente y, también, he departido con próximos cultivados. Francamente no acabo de definirme. Es verdad, la primera me parece la correcta, pero por mucho que comparta los argumentos a favor no se me quita el resabio de que votar a uno de estos partidos, digamos testimoniales, es una acción inútil. Por otro lado, votar al mal menor se me antoja una contravención. ¿Qué hacer?

Lo reconozco, estoy en duda.

He de confesar que no me gustan mucho los partidos políticos que se definen como católicos, porque tal y como reza el chiste “la política es tan nociva que hasta lo mejor que hay en este mundo que es una madre lo convierte en algo malo cuando es madre política”. Me da mucho miedo que un partido se autoproclame católico. La única que puede ostentar ese nombre es la Iglesia porque cuenta con la ayuda incondicional del Espíritu Santo; pero un partido que no tiene esa garantía y que lo quiera o no lucha por el poder, aun con la más altruista intención de servicio, me parece que es muy peligroso para el buen nombre de nuestra fe.

No obstante, lo que me gusta y mucho, es la participación de los católicos en política, pero en diversos partidos y no para seguir sus dictados mundanos sino para transformarlos, defendiendo con bizarría los valores morales, en organizaciones que busquen sinceramente el bien común.

Y lo que más me gusta de todo es la visión de un sistema donde la ley natural no sea parte de la lucha política sino que constituya el cuerpo y el espíritu de su ley fundamental. Por tanto, abogo por el cambio de régimen, por el cambio de constitución, para que a los correctos valores de libertad y justicia se les añada otros superiores como la defensa de la vida, desde su concepción hasta su fin natural, la promoción de la familia (la de verdad: un hombre y una mujer, unidos hasta que la muerte los separe, con sus hijos) y su reconocimiento como célula de la sociedad y anterior, por tanto, al estado.

¡Hablaba yo de quimera referida a los partidos testimoniales! y lo mío, ¿qué es?: ¡Ensoñación pueril!. Sigo con la duda, pero hay algo en lo que no vacilo: el convencimiento de que la única regeneración de la humanidad viene por la evangelización basada en las palabras y los testimonios, incluido el martirio cuando fuera menester, de los cristianos en medio del mundo. Esa es nuestra tarea.

No hay comentarios:

Visitantes en el mundo