jueves, 19 de abril de 2007

¿A quién debemos votar los católicos?

Adelanto, para que nadie se llame a engaño, que no voy a contestar de forma concreta a esta pregunta. Es tan solo una reflexión al leer la entrevista de la ínclita líder de la derecha liberal española y candidata a presidenta de la Comunidad de Madrid por el PP Esperanza Aguirre al diario español El Mundo.

Pues no va y dice la buena señora que también saldría en pelotas en una revista pero que ya no tiene la belleza para hacerlo. Esto lo dice para defender a una concejala de un pueblo andaluz, cuyos oriundos son los protagonistas de una las más célebres familias de chistes españoles, que posó desnuda para la portada de una revista local. Además, para terminar la faena, añade que, como liberal, defiende los derechos de los homosexuales, entre los que están muchos de sus mejores amigos.

Pues yo, que también soy algo liberal, le digo que, como “la verdad os hará libres” – según dijo el Señor -, voy a decírsela para que así alcancemos la libertad.

Para empezar, una de las peores enfermedades sociales que sufrimos es la proliferación de la pornografía. Esta, en mayor o menor grado, se encuentra en todos los programas de televisión, anuncios, revistas de todo tipo, no solo las del género, etc. Lo cual provoca la cosificación, principalmente, de la mujer, la vanalización de la sexualidad y el desajuste, por exceso e incluso por defecto, de la libido. Aunque existen otras causas que se pueden añadir, las consecuencias directas de esto son: el maltrato a las féminas, la crisis del matrimonio y por ende de la familia, la falta de amor y de compromiso entre las parejas, singularmente de jóvenes, la profunda insatisfacción, las conductas inmorales y los trastornos en el terreno sexual que, como nunca antes había ocurrido, azotan a multitud de personas. Sin olvidarnos de la depravación. La gente se pregunta: ¿cómo hay estas aberraciones?. Sin embargo, yo me pregunto: ¿Con la carga sexual con la que se nos bombardea sin descanso cómo no hay más?. Porque ya me dirán ustedes de qué forma se defiende un pobre señor que tenga una vida gris y esté viendo constantemente chicas estupendas que se le insinúan con las que nunca podrá tener relaciones y que recibe incansablemente el patrañero mensaje de que lo más importante en la vida y lo único que nos hará felices es fornicar y, además, si no lo haces serás un frustrado. Esto hará que cada día se aleje más de su realidad y viva una ensoñación que le deprimirá y, en el peor de los casos, le pervertirá. Pues la verdad es otra, no solo se puede vivir sin fornicar sino que ese pecado destruye el alma llevándonos a la insatisfacción vital más profunda. La felicidad está en amar. Tal vez no podamos por nosotros mismos pero sí con la ayuda de Dios. Si, por el contrario, este hombre está engañado y busca la realización en los pecados sexuales se perderá sin saber que podía pedir ayuda.

Por otro lado, los homosexuales. ¡Qué derechos de los homosexuales y qué puñetas!. Los homosexuales no tienen ningún derecho, como no lo tienen ni los borrachos, ni los futbolistas, ni los que visten azul, ni los ludópatas, ni los cinéfilos. Las personas son las que tienen los derechos. Porque, díganme, qué derechos: ¿casarse?, ya lo tienen, como yo: un hombre y una mujer; lo contrario no es matrimonio, es un abominio. La homosexualidad es un grave desorden y practicarla un pecado y una aberración. Pero esta tiene solución: se puede dejar de tener una tendencia homosexual – porque no se es homosexual, tan solo, se padece esa tendencia errónea - bien por vías psicológicas, bien con la ayuda de la gracia. Esto sí que es un derecho, saber que sufro un mal y dónde está la curación.

¡Cómo está el patio de la derecha! y votar para un católico a las opciones de izquierda en España es imposible . También hay partidos muy pequeños de cariz católico o al menos defensores de la vida, pero que no sacan ni la mínima representación, por mucho que lo queramos disfrazar es tirar el voto: Ya me dirán ustedes que hacemos…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo estoy muy sana, ni sufro ni padezco nada. Quiero a mi novia y soy muy feliz.
"La felicidad está en amar", tú lo has dicho, no yo.
No exijo ningún derecho especial por ser lesbiana, el estado tiene la obligación de garantizarme los mismos derechos que al resto de los ciudadanos. Ni más, ni menos. Por cierto, nos casamos. Y tendremos niños. Los educaremos para ser tolerantes y respetuosos. No necesito que nadie me diga lo que soy. Lo sé perfectamente.

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