lunes, 2 de abril de 2007

Sobre el preservativo, el SIDA y la Iglesia Católica

Se escucha con frecuencia en diferentes ambientes, especialmente en los medios de comunicación – que de inocentes e imparciales no tienen ni un pelo –, la siguiente afirmación: “La postura de la Iglesia frente al preservativo es irresponsable porque es un obstáculo en la lucha que contra el SIDA se está llevando a cabo desde diversas instituciones a nivel mundial”

La agencia ZENIT.org analizó hace unos días en el artículo titulado “El talón de Aquiles del preservativo” esta problemática.

El sofisma, que el pensamiento único ha lanzado a la sociedad con el artero fin de dañar a la Iglesia – lo cual es mucho más prioritario para sus promotores que la propia pandemia -, es más o menos este: El preservativo es el medio más eficaz en la lucha contra el SIDA, la Iglesia Católica está en contra del uso del preservativo; ergo, la Iglesia es un impedimento en la lucha contra el SIDA.

Esto es falso. Un silogismo lo es cuando una de sus proposiciones está equivocada y en consecuencia, la conclusión es errónea. Pero en este caso, las dos proposiciones previas son mentiras flagrantes.

Empezaremos analizando la segunda. Decir que la Iglesia Católica se opone al uso del preservativo es, cuando nos referimos al contexto de la prevención al SIDA, una verdad a medias – que es la peor de las mentiras porque logra más fácilmente su propósito de engañar – ya que la Iglesia no solo está, efectivamente, en contra del uso del preservativo sino que presenta una solución alternativa contra la enfermedad. Esta propuesta de la Iglesia se basa en la fidelidad conyugal y en la espera del acto sexual hasta el matrimonio que es su ámbito exclusivo y genuino. Esta es la forma más eficaz de combatir la enfermedad. Por tanto, concluimos, que también la primera proposición es falsa, porque ni el preservativo es la panacea contra el SIDA, tal y como se da a entender cada vez que se habla de él (véase como en informes de institutos claramente inclinados al uso del condón, como el americano CDC, no pueden afirmar la garantía total de este sistema), ni tampoco es la más eficaz, porque la solución que nos propone la Iglesia, aunque no nos guste oírlo, es más eficaz que el preservativo. Lo lamento mucho, pero es más eficaz, lo repito.

Se podrá objetar que es muy duro que en la cultura actual se asegure la fidelidad al vínculo matrimonial y mucho más difícil que los jóvenes esperen a casarse para comenzar su vida sexual. Consecuentemente la solución católica sería cándidamente utópica. Pero tampoco esto es defendible. Para empezar porque hay mucha gente que vive fiel al magisterio de la Iglesia y es muy feliz. Por otro lado, hay otra mucha gente que, de contar con la adecuada ayuda del ambiente y la opinión dominante, podría hacerlo aunque de forma imperfecta y progresiva. Así, según creciera la cantidad y la calidad de los que ajustaran su vida sexual a la moral católica se irían reduciendo progresivamente los temibles efectos de la enfermedad. Por último, tampoco en los casos de los que obstinadamente no quieren aceptar la postura de la Iglesia se da una negligencia, por parte de esta, contra la enfermedad. Porque yo me pregunto: quien no obedece a la Iglesia en la fidelidad y la castidad la va obedecer, acaso, en no usar el condón. Se imaginan ustedes un señor que se va de fulanas y le dice a la meretriz que no puede ponerse la gomita porque se lo prohíbe su confesor o un joven que tras una noche de juerga le dice a su novia que no se lo pone porque qué van a pensar sus catequistas. Ridículo, ¿verdad?. También esto es falso.

Finalmente, y más importante, está el argumento ético. No se puede utilizar un medio malo en sí para lograr un buen fin. El preservativo es contrario a la dignidad de la persona porque desvirtúa el sentido propio de la sexualidad que es la donación. Admitir, condicionados por grandes males que nos acucian, el uso de medios ilegítimos nos podría llevar a crímenes horrorosos. Traslademos si no estas razones al terreno del terrosismo, la violencia, los robos, etc.

En consecuencia la Iglesia no solo no es un estorbo para luchar contra el SIDA sino que es el agente más importante para conseguirlo. Que esta enfermedad se haya convertido en una pandemia es el resultado de la promiscuidad reinante y no aceptar esta verdad tan obvia es debido al dogmatismo progresista que nos asfixia.

Por supuesto, que los manipuladores que están propugnando el nuevo orden mundial saben muy bien todo esto. Pero ellos son conscientes de que el mayor impedimento que tienen para sus funestos planes es la Iglesia Católica porque cuenta con una fuerza invencible, con la que no han podido ninguno de los imperios ni los totalitarismos que han existido, que es la fuerza de la fe. El ínclito Antonio Gamsci ya percibió esta realidad y desarrolló una metodología para salvar este escollo basada en no derrumbar la Iglesia sino conquistarla. En esto es en lo que estamos, pero ahora no desde el marxismo, sino desde otra ideología totalitaria que aboga por el relativismo, el hedonismo y la cultura de la muerte como sus señas de identidad y que conforman lo que llamamos el pensamiento único.

3 comentarios:

Hormiga dijo...

Bravo!!!...

Tu post de hoy es simplemente brillante.

gabriela dijo...

callate friky de mierda!!!!!!!!!!!!!!!!!!! tu que sabras de blogs kazurro!!!!!!!
alcahueteeeeee!!!!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Hablas como si todos los enfermos de sida fueran unos lujuriosos y unos ninfomanos que no sepan hacer otra cosa que tener relaciones sexuales con todos los que se cruzen por el camino.La epidemia es mas fuerte en los paises tercermundistas porque la gente es muy pobre,muchos se ven obligados a vivir de la prostitución,las mujeres son violadas y sus hijos ya nacen enfermos si la madre lo está.
Esto es mas que una sociedad salida e incontrolable,que es lo que quiere dar a entender la iglesia,y que todos somos pecadores.Si fuera por ellos nos quemavan en la hoguera como hacian hace escasos cien años en nombre de Dios y de la esperanza.

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